sábado, 8 de agosto de 2015

CONTRAPUNTO | Ingrid Valencia (columna semanal)


Ingrid Valencia
Fotografía: Benjamín Anaya









Ingrid Valencia (Ciudad de México, 26 de febrero de 1983), es autora de los libros de poemas La inacabable sombra, De Nebra, Taxidermia y One Ticket.
Contrapunto es una colaboración semanal de relatos en prosa poética.





Contrapunto



“El navío 11, a manera de presentación”


La marca le surge al atardecer, hoy el cielo se ha consumido. Pasa la noche y la contemplo intacta junto al reloj de su peso con alas.

Juro que regreso de lo lejano, que he visto las jaulas de ojos, traigo un par de ellas en la bolsa. El ruido de las aspas dientes entra por la ventana de mi rostro, lo miro deslizarse con alambres que tejen la canción de las manos.

Las palmas se detienen en la reja, tocan la precisión de los sonidos, el pulso de los dedos que se cortan con el lenguaje del invisible hechizo perdido de los árboles.

Estallan los vientres muy cercanos, se esconden los niños en el hospital, no comen del césped rojo y tardío, de un demonio dulce que se aleja.

Puedo variar los espacios de aquí, someter la duda al comercio de las aspas, ingerir veneno para sueños sospechosos y cálidos de nombre. Están la marca y el atardecer, están las manos en las voces de ayer para acallar el zumbido insecto que perfora los cielos con bolsas, con bolsas de arena blanca y fría.

El zumbido que se mece en la tarde, áurea, líquida, caliente y lleva entre sueños al veneno, a la habitación donde me observan juntar nueces con la mano negra, a fabricar un verso de cartones sumidos en la línea más cercana, calles donde se agolpa el fuerte estruendo en cambios al sentido. La marca le urge al atardecer, hoy el cielo se ha consumido.

Las aspas doradas se llenan de polvo, el navío epistolar extravió los objetos. La cadencia es una mano que reposa, el mar se abre de sus líneas, allá caen el polvo y la lluvia. Sólo un roce devuelve la paz, el balanceo del olfato néctar que acaricia el peso de lo húmedo, de los cortes del viento delante, donde la voz es de espiga amarga.

La proa es una grieta celeste, el voraz cuchillo de lo hilado, la esquina de agua en lo roto donde se abraza el grito dentro, en la cúspide helada que termina.

Nos íbamos del puente al eclipse, al olor de los cuellos al día, a escribir la jaula del número, la prisión de los márgenes testigos, el único alfabeto entre los pocos habitantes del aspa y del navío.



Ingrid Valencia
Twitter: @ingridvvalencia
PlasmArte Ideas, agosto, 2015


No hay comentarios.:

Publicar un comentario