[Escúchanos este viernes 4 de septiembre a partir de las 21:00 hrs. por www.laexquisitaignorancia.com]
Desde The naked jungle (1954), pasando por Piranha (1978), hasta llegar a Dragon wasps (2012), hay un sinfín de referencias cinematográficas donde los animales son protagonistas al convertirse en amenaza para los seres humanos.
Casi ningún animal escapa a esta fantasía, ni las tiernas
ardillas, que en Squirrels (2014),
también se volvieron asesinas en un filme que mezcla la comedia y el terror.
Resulta que directores y guionistas, por décadas, han imaginado historias donde
hormigas, tarántulas (Tarantula [155]), pájaros, (cómo olvidar The birds [1963], del maestro Alfred Hitchcock), tiburones,
serpientes, cocodrilos (Killer Crocodile [1989]), perros, avispas, ¡escarabajos! (Scarab [1983]) y hasta dinosaurios y gorilas gigantes (King Kong [1933]) son un
peligro para la especie humana.
Algunos disfrutamos estas películas, otros no tanto, pero
más allá de eso ¿qué hay detrás de este tipo de cine de terror?
Resulta que aunque en la naturaleza encontramos
peligrosos depredadores y todo tipo de animales venenosos, está comprobado que
hay una especie que es más depredadora y peligrosa que cualquiera: la especie
humana.
El tiburón, ese temible animal mostrado en Jaws (1975), dista mucho de ser el
asesino que protagonizó la taquillera cinta de Steven Spielberg; por el
contrario, “los tiburones son especies extremadamente vulnerables que, durante
décadas, han sido capturados por los barcos de la UE tanto en aguas europeas
como fuera de ellas, sin ninguna gestión. El 21% de las poblaciones de tiburón,
raya y quimera del mundo están amenazadas de extinción según la Lista Roja de
la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus
siglas en ingles). La cifra es aún mayor en el Atlántico Noreste, con un 26%
amenazadas de extinción, y en el Mediterráneo la cantidad asciende hasta el 42%.”[1]
En el caso de las serpientes, que pusieron en jaque a
todos los pasajeros de un avión en Snakes
on a plane (2006), encontramos que “Después de las ranas y las abejas, las
serpientes son los animales que podrían desaparecer de la Tierra, según un reciente
estudio que asegura que la población de las especies de reptiles en el mundo se
ha reducido de manera drástica. El estudio difundido por la revista británica Biology letters, indica que varias
especies están disminuyendo en países como Francia, Italia, Reino Unido,
Nigeria y Australia…”[2]
Revisemos un caso más cotidiano y cercano, mientras que
en Cujo (1983), un San Bernardo se
contagia de rabia y comienza una cacería de todo humano que se acerque a la
casa donde vive, fuera de la gran pantalla los perros viven una triste
realidad. “En la Zona Metropolitana de Guadalajara hay más perros vagabundos
que bajo el cuidado humano, pues se calcula que unos 350 mil deambulan en las
calles. Según un estudio realizado por la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM) y una compañía trasnacional de alimento para mascotas, que facilitaron
la cifra, en la metrópoli vive un perro por cada seis habitantes. De estos, 45%
es callejero, 30% vive en casa con un dueño y el otro 25% es semidomiciliado,
es decir, de la calle, pero atendido parcialmente por una persona “de la
cuadra”.[3]
Estos perros no solo no matan humanos, sino que están
expuestos día con día a una serie de maltratos por parte de las personas que se
cruzan en su camino, así como a desnutrición, deshidratación, y riesgo de ser
atropellados. Aunado a esto, anualmente un promedio de 15 mil perros y gatos
son sacrificados en perreras municipales de toda la zona metropolitana.[4]
Si bien en filmes como Arachnophobia (1990), se insiste en que repentinamente las arañas,
en masa nos pueden atacar, o cualquier otro animal según la cinta que estemos viendo, lo cierto es que esa fobia tiene más que ver con la
imaginación que con hechos. Lo mismo con el caso de los animales que por
mutaciones, radiación o cualquier otra anomalía, se transforman en monstruos
como en Godzilla (1998), o cuando
creaciones humanas que traen a la vida animales prehistóricos, (Jurassic Park [1993]), se salen de
control. En todo ello lo que está de manifiesto es un temor humano, el miedo
latente de que la naturaleza se vuelque en nuestra contra, como si por fin
fuéramos a recibir nuestro merecido y entonces nos encontremos del otro lado,
siendo perseguidos, cazados, eliminados.
Resulta que por mucho tiempo, nuestra especie se ha
encargado de explotar los recursos naturales y ha contribuido a la extinción de
numerosas especies animales, se ha mostrado despiadada en insensible al
sufrimiento animal. Siempre creyendo en su superioridad y asegurando que no hay
especie más inteligente.
Cuando se trata del miedo, las historias de terror nos
asustan por varias razones, una de ellas tiene que ver con que vemos reflejados
temores internos, ya sea individuales o colectivos. El temor a la naturaleza
desbocada no es gratuito.
Aunque venga en forma de historias un tanto inverosímiles
como Tremors (1990), o Sharknado (2013), donde los tiburones llegan acompañados de
tornados, el trasfondo se basa en preguntas muy válida: ¿llegará el día en
que haya una especie que nos haga frente? ¿Nos veremos entonces amenazados y
obligados a cambiar nuestra forma de pensar?
Fotograma de Arachnophobia |
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