martes, 8 de septiembre de 2015

COCTEL DE LETRAS | Cuentos inéditos - Confianza (Jean Rush)

[Sección a cargo de Inés M. Michel*]















[Colaboración de Jean Rush]


Confianza


Alberto acababa de encender su cigarrillo, cuando el teléfono sonó.

–Bueno, ¿quién habla?

–Alberto, soy Mariana –dijo una voz femenina casi ininteligible, parecía estar llorando.

–¿Qué pasa, Mariana?, ¿estás bien?

–La verdad es que no, ¿puedes venir?

–Claro, voy enseguida.

Tomó su chaqueta de piel sintética y salió de su departamento.

Eran las tres de la mañana pero eso no importaba, su mejor amiga lo necesitaba. Ella haría lo mismo por él –pensó mientras caminaba por las solitarias calles.

Mariana, que no había dejado de llorar desde el incidente, escuchó sonar el timbre. Alberto estaba ahí, sabía que no le fallaría.

–¿Qué te sucedió?, ¿por qué lloras?

–¡Fue horrible! –gritó ella a todo pulmón.

–Calma, calma, ya estoy aquí, ¿quieres contarme?

Mariana asintió con la cabeza, le costaba trabajo articular palabras.

Comenzó con su relato cuando se calmó un poco.

–Nunca lo hubiera pensado de Gus, nuestra relación siempre había sido muy buena… hasta hoy. Estuvimos toda la tarde viendo películas y como a eso de las 11 de la noche dijo que pediría un taxi, para no arriesgarse a que lo asaltaran. Le dije que iría por mi suéter para salir a despedirlo, cosa con la que estuvo de acuerdo.

>> Al entrar a mi cuarto, sentí un golpe muy fuerte en la espalda y de repente me encontré tirada boca abajo en mi cama. No entendía lo que estaba sucediendo. Lo comprendí cuando sentí sus asquerosas manos tocando mi cuerpo. Sentí ganas de vomitar. Mi fuerza no se comparaba con la suya, por lo que no pude evitar que rompiera mi ropa interior y comenzara a penetrarme. Le supliqué que dejara de hacerlo, amenacé con acusarlo, intenté golpearlo, pero todo fue inútil… ¡El hijo de puta me violó!, ¡sigo sin poder creerlo, era mi primo y nos queríamos como hermanos!, ¡¿cómo pudo hacerme esto?!

Alberto se quedó inmóvil. Al llegar ahí no se imaginó que algo así hubiera sido el motivo por el cual su amiga lo había llamado con tanta urgencia, pero ahora lo comprendía. Apretó los puños, golpeó la pared y por sus ojos rodaron un par de lágrimas.

–¡Voy a matarlo, dime dónde vive!

–Me gustaría que lo hicieras, ¡lo odio!, pero sólo quiero estar segura, sentirme protegida y fuiste la primera persona en la que pensé, quédate conmigo, Beto.

Él no pudo contener el llanto y de pronto se derrumbó. Sentía un gran peso en su cuerpo y tenía que librarse de esa carga. Aquél era el momento.

–¿Sabes? –le dijo a su amiga– a mí me sucedió lo mismo a la edad de cinco años…

Al terminar su relato se sintió liberado, había cargado tanto tiempo con ese secreto y ahora trataría de superarlo junto con su amiga. Lo mantenía guardado porque no sabía a quién contarle su experiencia.

Schopenhauer tenía razón, nuestra confianza puede ser egoísta, cuando la necesidad de hablar de nuestros asuntos nos incita a hacer confidencias.

Después de eso, se hizo el silencio y ambos se fundieron en un largo abrazo. Las palabras hubieran sobrado, pues ellos necesitaban sentirse acompañados.


PlasmArte Ideas, septiembre, 2015

FB: PlasmArte Ideas
Twitter: @plasmarteideas



*COCTEL DE LETRAS está a cargo de Inés M. Michel 

[Egresada del Instituto de Ciencias, generación 100, (100cias100pre). 
Las letras le han salvado de los hombres grises en innumerables ocasiones. 
Fiel lectora de Ende y de un sinfín de historias fantásticas y de terror. 
Casiopea es su guía y confidente.]

Contacto: inesm.michel@gmail.com




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