sábado, 21 de noviembre de 2015

CONTRAPUNTO | Los hallazgos inesperados en Sri Lanka, la isla de los mil nombres



Tomado de Google Earth




                                     
Sentiremos las corrientes de aire entre las grietas de la construcción causal.
                                                                                                         
Cees Nooteboom en La historia siguiente




La palabra serendipia —que designa la sensación de hallar lo que se busca por medio del azar y las coincidencias— viene de Isri Lanka, una isla que está al sureste de la India separada por el estrecho de Palk y es conocida por su forma como “lágrima de la India” o “perla del océano Índico”. Su nombre actual deriva del sánscrito y significa isla venerable” o “tierra resplandeciente”. En la expedición de Alejandro Magno la llamaron Taprobane; actualmente hay una pequeña isla privada en la costa sur de Isri Lanka que lleva este nombre como remembranza de aquella época. Otros nombres adoptados son Lankadvīpa, Simoundou, Serendipo, Selan y se llamó Ceilán hasta 1972 cuando cambió de nombre a Sri Lanka.

En El Ramayana, atribuido a Valmiki, Rama construye un puente en el estrecho de Palk para salvar a la princesa Sita, hija de Janaka rey de Mitila. La historia cuenta que “Hanumana (el mensajero) llegó al estrecho que separa Ceilán de la península hindú, y después de atravesar, volando, pulsado por mágica fuerza, las aguas inmensas del océano, llegó a Ceilán, a la isla de color esmeralda, ceñida por el zafiro del mar. Allí, en la ciudad de Lanka, tenía su sede el terrible Ravana, y una vez en tierra penetró Hanumana en unos maravillosos jardines, donde estaba prisionera la dulce Sita.”

En esta isla de “los mil nombres”, se cuenta la leyenda de “Los tres príncipes de Serendipo” que narra las extraordinarias deducciones a las que llegan tres nobles de un pueblo. Los príncipes, después de ser desterrados por su padre, salen de viaje en busca de conocimiento; en el camino encuentran a un hombre mayor cuyo camello estaba perdido. El hombre pregunta a los príncipes por su animal, pero ellos le jugaron una broma, atinando tan bien con las señas particulares que el hombre los acusó de ser los ladrones. Pero fue por azar y por mera observación de los hechos. Después de un tiempo, hallaron al camello, liberaron a los jóvenes junto con la invitación de servir  como asesores del reino.

Hace años llegué al origen de la palabra serendipia por azar, por un azar consecuente. Dice una máxima sufi que por cada paso que das hacia lo que realmente quieres, lo que buscas da siete pasos hacia ti. Una época me interesé por las historias de islas, así descubrí Sri Lanka, después encontré el libro Serendipia. Ensayos sobre ciencia, medicina y otros sueños [1980], de Ruy Pérez Tamayo, en el cual apunta que una de las primeras conexiones entre serendipia y la isla, está publicada en la revista inglesa Notas y preguntas, con fecha del 22 de mayo de 1885. Allí, hay una carta firmada por Charnock donde comenta “Serendipia se refiere a Sarandib, corrupción árabe del término Sinhaladvipa (isla de leones)”. Pero el 26 de junio, agrega Pérez Tamayo, “el gran orientalista inglés Childers refutó un dato en otra carta: Sinhaladvipa no significa isla de leones sino isla de la gente Sinhalesa (…) Ese mismo año Childers publicó el primer diccionario del idioma Pali, donde aparece el término ‘dipo’ definido como una isla”. Pérez Tamayo recoge la historia de “Los tres príncipes de Serendipo” del libro Serendipity and the Tree Princes: From the Peregrinaggio of 1557, publicado en 1965 por T. G. Remmer. 

Otra adenda a la isla es el mito de la ubicación de la tumba de Adán. Una leyenda musulmana cuenta que está allí, en Isri Lanka. Cada año se lleva a cabo el ascenso al monte donde Adán fue enterrado.

Pero eso no es todo, Patrick Harpur en su libro reciente Mercurius o el matrimonio de cielo y tierra [Atalanta, 2015] anota que ”el autor árabe Ibn Arfa Ras (fallecido en 1197), asegura que Hermes, hijo de Adán, nació en China, cruzó la India y se instaló en Ceilán , donde descubrió una cueva llena de tesoros y, entre las gemas, una enorme, la Tabla de esmeralda.” Aquí es Hermes, otro Hermes mensajero nacido el China quien descubre la tablilla de esmeralda donde están inscritos los principios del universo (véase https://es.wikipedia.org/wiki/Tabla_de_Esmeralda). Hay diversas versiones en torno a esta tablilla, otra de ellas supone que el hallazgo se debe a Alejandro Magno, en Giza.

Como sea, uno puede hilar y recrear el vasto engranaje que mueve las historias para llegar a un presente de lleno de andamios y pasadizos. De pronto, se hace presente la serendipia y uno siente la dicha del hallazgo.


Ingrid Valencia

Twitter: @ingridvvalencia
PlasmArte Ideas, noviembre, 2015


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