El vals fantasma de la cuna
blanca. El tejido de años en las notas, tejido poroso de suaves luces, lubrica
los ojos de la grieta. El vals mece los cuerpos blandos, los cuerpos indigentes
del tango, los cuerpos atravesados por lo gris, por la línea púrpura del
cuello, una que baja como camino, como granos de lodo perforado, como el jazz,
como el azúcar sobre la piel herida. Presentir es saber demasiado.
El vals choca entre las pieles
frías, se cuela entre los dedos como vertiente de luz fugaz , arranca la respiración
de la jaula, salta hacia las máscaras ocre, hacia el designio de su hundir
pronto las esperas de la mancha que toca un cielo más negro en los pantanos.
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