Sección coordinada por J. Ignacio Mancilla*
Tercer
(manuscrito)movimiento (molto vivace): Propiedad privada y trabajo
Se trata del movimiento más
complejo y en el que Marx, después de haber seguido a pie juntillas el discurso
de la economía política, se aparta completamente de ella para, con Wolfgang
Goethe, pero sobre todo con William Shakespeare, pero no sin Hegel, por
supuesto, establecer lo que será su curso posterior de investigación (misma que
culminará con una obra publicada en 1859, Contribución
a la crítica de la economía política y la edición del tomo I de El capital, que salió a la luz pública
en 1867).
En el inter de esas obras, y
posteriormente a los Cuadernos de París,
mejor conocidos como Manuscritos económico-filosóficos
de 1844, Marx redactó lo que hoy conocemos como los famosos Borradores (Grundrisse); es decir, estamos hablando
del material preparatorio que le sirvió para publicar El Capital y que hoy conocemos gracias al Instituto Marx Engels de
Moscú (su antecedente fueron los Archivos Marx-Engels, AME, fundados por David
Rjazanov en 1920) que conjuntamente con el Instituto de Investigación Social
(ISS) de Frankfurt y el Partido Social Demócrata (PSD) de Alemania los editaron
en 1932; sí, no todo fue mal en la extinta Unión de Repúblicas Soviéticas y
Socialistas (URSS).
Esta historia es muy compleja
y nos lleva, entre otras cuestiones, al asunto de las ediciones en español de
dichos Manuscritos. Creo que es
tiempo de regresar a esos proyectos truncos que nos obligan a una relectura de
Marx, de Engels y todo lo que se fue amalgamando como “marxismo”; en el mundo y
en México.
Esto desde la perspectiva de
América Latina toda y particularmente de México, ello en cuanto a la
“recepción” de Marx y el marxismo; historia que de alguna manera todavía sigue
pendiente de elaborarse.
Bien, esta historia ya nos es
posible sin el “ajuste de cuentas teórico y político” de lo que fue el
“socialismo realmente existente”. Y sobre todo sin el “ajuste de cuentas teórico
y político” de lo que han significado las lecturas de Marx y el marxismo en
México y América Latina.
Dos nombres cabe destacar,
aquí, al respecto: José Carlos Mariátegui (1894-1930), peruano y José Revueltas
(1914-1976), mexicano.
Sí, en México tuvimos artistas
y militantes, ¡y qué artistas y qué militantes!, que les fue muy mal en tanto
“prematuramente” se posicionaron de forma muy crítica ante los fenómenos
aludidos; estamos pensando en nuestro José Revueltas, ya mencionado.
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Cuarto
manuscrito (molto concetualle): Resumen del capítulo final de La fenomenología
del espíritu de Hegel
No cabe duda que Marx fue un
gran lector de Hegel; y también uno de sus más grandes críticos, así lo
demuestra esta densa redacción donde el alumno hace cuentas con el maestro y
con la filosofía toda en tanto el reino puro de las abstracciones.
Para así abrir el espacio
histórico de un nuevo discurso: el que hoy conocemos como “marxismo” y que se
sitúa, todo el tiempo, en el terreno de lo histórico concreto; aunque no sin tergiversaciones
y postulados dogmáticos, más dignos de la religión que de la ciencia.
Este fue el drama,
precisamente, de lo que Revueltas llamó “fascismo rojo”.
Pero, ¿qué sostiene Marx aquí
para encontrarle a la dialéctica hegeliana un sentido más acá del reino del
espíritu y mostrarnos toda la corporeidad de lo histórico social, precisamente
en su dimensión más inhumana?
Justamente el carácter
alienante del dinero y su poder deshumanizador.
Es aquí, precisamente, donde
Karl Marx es más shakespeariano que hegeliano. Y donde los personajes
shakespearianos, en tanto en ellos se “inventa” lo humano (pero también lo
inhumano), caso concreto de Timón de Atenas, le sirven, a Marx, para ver con
toda claridad la profunda dimensión deshumanizante cuando lo que se moviliza,
antes que nada, es la “preferencia” por las cosas y el oro por encima de las
personas y sus cualidades.
Esta es la principal lección
que el joven Marx extrae de su lectura de William Shakespeare; en particular de
su conocimiento de Timón de Atenas.
Y es en esta lógica discursiva
que quiero detenerme; y por supuesto que para hacerlo, es indispensable ir a
los textos de Marx y a los de William Shakespeare.
No abusaré de las citas, haré
solamente las citas indispensables para que quede claro el movimiento lógico
discursivo de Marx y cómo la claridad de su discurso crítico se logra,
precisamente, a partir de su gran conocimiento y compresión de Shakespeare.
De lo que aquí denomino la
dialéctica shakespereana.
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Coda
(Da capo): De la dialéctica shakespeareana a la dialéctica hegeliana
Quiero cerrar, pues, con lo
que a mí más me interesa, mostrar la enorme relevancia discursiva que tuvo
William Shakespeare en la formulación de ese nuevo discurso que Marx empieza a
perfilar, precisamente, en los famosos Manuscritos
económico-filosóficos de 1844.
En particular el papel que
tuvo esa obra de Shakespeare que no es de las más reconocidas, estoy hablando
de Timón de Atenas y que Harold Bloom
sostiene que más que tratarse de una tragedia, ante lo que estamos es más bien
ante una obra que se juega entre la sátira y la farsa.
Bien, para avanzar en mi
propósito, necesito hacer una síntesis de esa genial obra, al tiempo que
rescato algunos pasajes, para mostrar, precisamente, cómo es que Marx logra
concretar en su dimensión más terrenal e histórica, el abstracto movimiento
espiritual de la dialéctica hegeliana.
De modo que va, pues, el
argumento general del Timón de Atenas.
Timón, noble ateniense, se
muestra generoso con sus amigos (Lúculo, Sempronio y Ventidio) y los colma de
regalos y pese a la advertencia de su intendente, Flavio (y también de alguna
manera de Apemanto, filósofo cínico), en cuanto a la situación de sus
“riquezas”, éste no les hace caso y las sigue derrochando en regalos hasta que
cae en desgracia. En esta situación solicita la ayuda de sus amigos y todos le
dan la espalda. Arruinado, se va a vivir al bosque y ahí encuentra “oro” y se
percata, en esa extrema situación, que los hombres antes que la amistad y el
amor, lo que más anhelan es el oro y las riquezas, por encima de todo. Esto
agria su carácter y muta su nobleza en desprecio de todo lo humano, al grado de
convertirse en un misántropo y escribir como epitafio para su tumba lo
siguiente: “<<Aquí yace un cadáver miserable privado de un alma miserable.
No busquéis mi nombre. ¡La peste os consuma a todos, infames esclavos! Aquí
duermo yo, Timón, que, viviendo detestaba a todos los hombres. Pasa y maldice
con toda tu alma; pero pasa y no detengas aquí el paso>>” (Shakespeare,
William, Timón de Atenas, acto IV,
escena IV, Editorial Aguilar, Madrid 1978, p. 659).
Después de este resumen, haré
una pregunta, crucial para lo que aquí me interesa argumentar: ¿qué es lo que
hace de Timón de Atenas un misántropo?
No otra cosa que la traición
de sus amigos, pues éstos prefieren las cosas, en particular el dinero, antes
que la amistad y el respeto de su palabra. ¡Antes que la amistad que todo el
tiempo les ofreció Timón!
He aquí la esencia de lo que
Marx retoma de Shakespeare, para dotar de cuerpo y carne al espíritu de la
dialéctica hegeliana y poder, con ella, criticar la economía política y su
lenguaje en una lógica otra, más sensible, que la dialéctica abstracta del otro
William, (Wilhelm) Hegel.
Desde esta perspectiva, no es
casual cómo terminan precisamente los Manuscritos
aquí analizados, con el apartado sobre el dinero y la dialéctica hegeliana, en
los que se cita directamente a Wolfgang Goethe y sobre todo a William
Shakespeare; bajando, de ese modo, la filosofía del cielo a la tierra.
Para mostrarnos, citando
profusamente a Shakespeare, en particular al Timón de Atenas, al grado de hacer suyo el texto dedicado al oro y
todo el sentido ético que lo subyace como signo de la más absoluta degradación
humana, degradación que llega a la bestialización. Tema sumamente caro a
Shakespeare, pero también a Aristóteles.
Bien, antes de citar ese texto
tan importante para su concepción del dinero, en la misma lógica discursiva,
valiéndose también de otro gran clásico, estoy hablando de Wolfgang Goethe, y
de su impactante obra Fausto, Marx pone en escena esa dimensión profundamente
alquímica, siguiendo al espíritu “mefistofélico” que tiene el dinero al “trasladar” las
propiedades de una cosa a su comprador.
Estamos en el estudio de
Fausto; y lo que está de por medio es el pacto entre éste y Mefistófeles, el
espíritu que todo lo niega (¡qué definición de la dialéctica hegeliana!). Es
precisamente de este contexto que el autor de los Manuscritos extrae, para sí y
su movimiento crítico-conceptual, el siguiente texto:
“¡Qué diantre! Ciertamente,
manos y pies, y cabeza y trasero, tuyos son; pero todo aquello que frescamente
gozo, ¿es por ello menos mío? Si puedo comprar seis yeguas, ¿sus fuerzas no son
mías? Me hago llevar por ellas y soy un verdadero hombre, como si tuviera
veinticuatro piernas. ¡Ánimo, pues!” (Fausto, Acto I, Escena IV, p. 793,
Wolfgang Goethe, tomo IV, Obras completas, Editorial Aguilar, México, 1991).
Marx corona todo esto con lo
que aquí, de manera un tanto lúdica, llamo dialéctica shakesperiana; para ello
refiere esa profunda cogitación de Timón de Atenas que tiene como objeto el
oro.
Veamos la dimensión
profundamente ética pero también política de dicho texto, que a Marx lo puso,
nada más y nada menos que en la pista adecuada para poder criticar el discurso
todo de la economía política.
Es Timón de Atenas el que
habla:
“¡Oro! ¡Oro amarillo,
brillante, precioso! ¡No, oh dioses, no soy hombre que haga plegarias
inconsecuentes! ¡Simples raíces, oh cielos purísimos! Muchos suelen volver con
esto lo blanco negro; lo feo, hermoso; lo falso, verdadero; lo bajo, noble; lo
viejo, joven; lo cobarde, valiente. ¡Oh dioses! ¿Por qué? Esto os va a sobornar
a vuestros sacerdotes y a vuestros sirvientes y a alejarlos de vosotros; va a
retirar la almohada de debajo de la cabeza del hombre más robusto; este
amarillo esclavo va a fortalecer y disolver religiones, bendecir a los
malditos, hacer adorar la lepra blanca, dar plaza a los ladrones, y hacerlos
sentarse entre los senadores, con títulos, genuflexiones y alabanzas. Él es el
que hace que se vuelva a casar la viuda marchita y el que perfuma y embalsama
como un día de abril a aquella ante la cual entregarían la garganta, el
hospital y las úlceras en persona. Vamos, fango condenado, puta común de todo e
l género humano, que siembras la disensión entre la multitud de las naciones,
voy a hacerte trabajar según tu naturaleza”. (Acto IV, Escena III, p. 643).
Pero no termina todo ahí; esta
lógica cósica (Georgy Lúkacs y Karel Kosik) es llevada por Timón a su extremo
más absoluto. Escuchémoslo, más adelante sigue hablando del oro:
“¡Oh tú dulce regicida, amable
agente de divorcio entre el hijo y el padre! ¡Brillante corruptor del más puro
lecho de Himeneo! ¡Marte valiente! ¡Galán siempre joven, fresco, amado y
delicado, cuyo esplendor funde la nieve sagrada que descansa sobre el seno de
Diana! Dios visible que sueldas juntas las cosas de la Naturaleza absolutamente
contrarias y las obligas a que se abracen; tú, que sabes hablar todas las
lenguas para todos los designios. ¡Oh tú, piedra de toque de los corazones,
piensa que el hombre, tu esclavo, se rebela, y por la virtud que en ti reside,
haz que nazcan entre ellos las querellas que los destruyan, a fin de que las
bestias puedan tener el imperio del mundo!” (Acto IV, Escena III, p. 650).
Pero, ¿cuál es la naturaleza
del dinero?
El de las relaciones sociales
enajenadas; este es el enigma que Marx nos mostró a través de Hegel, pero
también de Shakespeare.
Y lo hizo desde esta obra
juvenil de la que aquí me he ocupado muy sucintamente; para desarrollar a
partir de esta lógica todas las leyes de la sociedad moderna que se reducen a
una lógica muy simple: la de la enajenación.
Marx, pues, así lo pienso,
sigue vivo; a 200 años de su nacimiento.
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Guadalajara Jalisco, a 9 de mayo de 2018. (Fecha original).
Auditorio
Adalberto Navarro Sánchez del Centro Universitario de Ciencias Sociales y
Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara.
J. Ignacio Mancilla.
PlasmArte Ideas, septiembre, 2018.
FB: PlasmArte Ideas
Twitter: @plasmarteideas
Instagram: @plasmarteideas
Al Filo del Café es coordinada por J. Ignacio Mancilla*.
[Ateo, lector apasionado,
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]
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