[Sección coordinada por Inés M. Michel*]
[Colaboración de Hilda Monraz]
Linda
Nochlin nació el 30 de enero de 1931 en Nueva York y murió el 29 de octubre de
2017, en Manhattan, presumiblemente de cáncer. Se dedicó a la historia del
arte, a su enseñanza, y sobre todo a su investigación y difusión con una mirada
feminista. En eso fue pionera y se le atribuye ser una de las primeras en
ponerse las “gafas moradas” al mirar la producción artística a través de la
historia. Escribió diversos textos que marcaron pautas en su especialidad. En
1971 publicó el que probablemente es su artículo más famoso, intitulado “Why Have There Been No Great Women Artists?”,
que la catapultó como una de las más reconocidas críticas de arte con mirada feminista.
Dicho ensayo se insertó en una dinámica de movimientos
feministas que buscaban respuestas a las preguntas sobre la invisibilidad de
las mujeres en el mundo, incluyendo el arte. El llamado feminismo de la segunda
ola cobraba auge en Estados Unidos y cuestionaba lo que significaba ser mujer y
ser hombre en las distintas sociedades. Nochlin fue más allá y se preguntó ¿por
qué no ha habido grandes mujeres artistas? ¿No existieron? ¿Las callaron? ¿Qué
pasó durante tantos siglos para que no tuviéramos una Miguel(a) Ángel(a) o una
Leonard(a)? La primera contestación que hace en el texto, asumiendo la
construcción social común de los géneros es que las mujeres no pueden llegar a
ser grandiosas como los hombres. Sin embargo, plantea también la crítica a las
propias miradas feministas. Según Nochlin, no se debe caer en la trampa de
contestar inmediatamente sólo visibilizando a las mujeres que pueden asemejarse
a los “grandes artistas” del pasado. No se trata sólo de rescatar a quienes
tuvieron talento (aunque no el apoyo), sino de preguntarse qué representó ser
“gran artista” en su contexto y por qué.
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Nochlin
aseguró en su artículo que las mujeres a lo largo de la historia no han tenido
las mismas oportunidades que los hombres para instruirse en el arte y mucho
menos para producirlo o exponerlo. La autora
argumentó en torno a la educación que durante siglos se les negó a las
mujeres en diferentes momentos históricos, lo cual explicaría en gran medida la
falta de presencia de ellas en el mundo artístico. Pero también encontró una
invisibilidad sistemática que se les impuso, a partir de la creencia de que
ellas no pueden crear arte, sino sólo reproducirlo. Esto estaría ligado a su
“natural” atributo de la maternidad. No son creadoras, sino reproductoras. Un
ejemplo de esto fue la educación artística para las mujeres que se hizo popular
en Europa y Estados Unidos durante el siglo XIX. Cuando aparentemente se abrían
espacios femeninos en el mundo del arte, su enseñanza fue entendida como
instrucción para la reproducción casi automática, pues se les enseñaba a las
mujeres a copiar de manera estética lo que ya estaba hecho. Sólo es cuestión de
recordar esas escenas que son tan comunes de mujeres “aprendiendo arte”
pintando cuadros con jarrones, paisajes o flores. O tocando el piano, pero
siempre con las partituras por delante, sin intentos de crear o innovar.
En
el fondo de esta discusión, Nochlin presentó la idea del “genio”. Para ella, a
lo largo de la historia es el hombre blanco quien definió qué y cómo es ser “genio”.
No sólo en la creación artística, sino también en el análisis de la misma. “El”
historiador del arte es quien determinó qué es arte y qué no. Esbozó
cronologías de grandes artistas que dejaron de lado una gran diversidad de
manifestaciones. En ese sentido, sigue vigente cuestionar no sólo para como
Nochlin lo hizo, sino en adelante para la interpretación del arte: ¿Qué relación tiene la “genialidad” con la
construcción del género? ¿Qué tiene que ver con la apropiación del pensamiento?
¿Es (in)dependiente de ser hombre o de ser mujer?
Nochlin
relacionó este atributo de genialidad con lo que llama un “aura mágica” que da
origen a mitos. Para ella, fueron una especie de habilidades extraordinarias
que por supuesto se revisten de masculinidad a lo largo de la historia. Por
ejemplo, las maravillosas facultades que se cuentan de Picasso para entrar a
tempranísima edad a la Academia de Arte de Barcelona. Casi como si fuera el
único. A Nochlin se le ocurre preguntar sobre sus contemporáneos, que
probablemente compartían edad y experiencias. Me permito citar a Linda Nochlin
cuando ofrece una explicación bastante clara sobre por qué no ha habido
“grandes mujeres artistas” y se refiere a la manera de hacer arte. La autora
asevera que “la creación artística, tanto en términos de desarrollo del creador
artístico como en la naturaleza y calidad de la obra de arte en sí, ocurren en
una situación social, son elementos integrantes de esta estructura social y
están mediados y determinados por instituciones sociales específicas y
definidas, sean éstas academias de arte, sistemas de patrocinio, mitología de
un creador divino, el artista como el hombre
o proscrito social”. De manera que no podemos analizar al arte o sus procesos
en un solo momento, ni como una producción solitaria o que conlleva una
identidad de género. Es mucho más complejo y dice bastante sobre el ambiente en
que se produjo, desde dónde y cómo lo vemos.
Otro
asunto sería hablar del plagio artístico, sobre todo el que sufrieron algunas
mujeres creadoras, incluso a sus mismas parejas sentimentales y/o familiares.
No lo señala Nochlin, pero uno de los casos más recientes es de la pintora Margaret Keane, artista que pintaba cuadros con
personas cuyos ojos eran enormes y de apariencia triste. Walter Keane, quien
fue su esposo de 1955 a 1965, se apropió de esas obras y las vendía como suyas.
Se hizo famoso y ganó mucho dinero. Se aprovechó de la situación de Margaret,
quien ya tenía una hija y dependía de Walter. Sin embargo, se separaron a los
diez años de casados y hasta la década de 1980 ella pudo declarar la verdad.
Incluso le ganó un juicio en el que lo retaba a pintar, obviando la impotencia
del retado. Así demostró que ella era la creadora. Este fue un caso muy
reciente, pero ejemplifica el asunto de la genialidad y su atribución al varón.
Lo relaciona con su proveeduría familiar y la superioridad que Walter ejercía
sobre Margaret, quien en realidad trabajaba y sostenía la economía en su
cotidianidad. Tal vez el arte sólo nos pone de manifiesto lo que en la realidad
social acontece a diario. La supuesta supremacía varonil que se establece casi
sin cuestionamientos. Aunque en el fondo, sean muchas las mujeres las que
sostienen de muchas maneras la vida en general.
Personalmente encuentro muy lamentable tener que hablar de
mujeres que acaban de morir. Con el fallecimiento de Linda Nochlin viene la
tristeza de una pérdida irreparable. Les invito a leer su artículo completo (dando clic al enlace encontrarán el libro compilado por Karen Cordero e Inda Sáenz que contiene el artículo de Linda Nochlin en español),
que da cuenta de muchos más temas en la historia del arte, como los programas
académicos, la visión e interpretación de los desnudos, los casos documentados
de mujeres artistas en distintas épocas y más. Una de las formas de seguir
homenajeando a una académica es leerla, comentarla y recordarla. Siguiendo sus
mismos postulados; cuestionando los conceptos, historiando el arte, visibilizando
y dándoles nombres a las artistas, el presente es un pequeño pero sincero
homenaje.
Twitter: @plasmarteideas
COCTEL DE LETRAS es coordinada por Inés M. Michel.
[*Egresada del Instituto de Ciencias, generación 100, (100cias100pre).
Las letras me han salvado de los hombres grises en innumerables ocasiones.
Fiel lectora de Ende y de un sinfín de historias fantásticas y de terror.
Casiopea es mi guía y confidente.]
Contacto: inesm.michel@gmail.com
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