miércoles, 8 de noviembre de 2017

ENSALADA FREAK | A contraluz: El festival de cine

[Sección coordinada por David A. Becerra*]



[Colaboración de Julián Bastidas Treviño]




En el 2009 tuve la oportunidad de ir al Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), en Michoacán, junto a varios amigos de la Facultad (de Artes de la UABC). Todos estudiábamos la licenciatura en Medios Audiovisuales por aquel entonces, y para muchos de nosotros era el primer festival al que teníamos la oportunidad de asistir. Obviamente, la experiencia fue muy distinta para todos, aunque en general la mayoría quedamos muy impactados.

Para mí ésa ha sido una de las mejores experiencias que he tenido cinematográficamente; y una decisiva para mi vida: después de ir ahí se me terminó de confirmar que ése era mi camino y ésa era mi dirección. Lo primero me quedó muy claro, lo último tardé todavía algunos años en darme cuenta.

Estudiar una carrera artística o humanística como el cine es siempre algo muy complejo. En mi caso tuve la suerte de haber sido apoyado a ello por mi familia, quienes incluso se sentían orgullosos por ello. Pero, aun así, fue una decisión difícil sobre todo por lo que implica en nivel de competencia y de competitividad a nivel regional, nacional y global. Por ello, los primeros semestres de mi carrera fue muy difícil para mí decidir si ése era realmente mi camino. Sentía que la escuela no me estaba retando, y no sabía si tenía en mí el talento para autodesafiarme y alcanzar las grandes ligas cinematográficas, que era donde me interesaba estar: haciendo cine de autor.

El festival de cine entonces jugó un papel muy importante para mí. Aquí surge la primera aclaración importante que sería bueno hacer: no es lo mismo un festival de cine que una feria:

a)    Lo que entiendo por una feria es una palabra más ligada a la exhibición y a la compra/venta de productos. El punto central de una feria es entonces el mercado. Lo que se busca en ella es incentivar nuevas formas de él o expandir y renegociar sus límites.


   b)    Por festival entiendo, por otra parte, algo que está más ligado al festejo, a la fiesta. Esto no exime al mercado, pero la centralidad de la fiesta está en el disfrute, en el departir, en la creación y el fortalecimiento de vínculos personales; así como en el establecimiento y comunicación de rituales de trascendencia o de comunión de distintos tipos.

Entendido así, el FICM se ha pasado a través del tiempo (y a pesar de su nombre) de un verdadero festival de cine a, tal vez, la mayor feria del cine nacional; pero, a final de cuentas, una feria. Esto, porque lentamente ha devenido su centralidad en el consumo, en el mercado del cine a diferentes niveles, en detrimento de su celebración, que en cuanto celebración es popular, es pública, es presente.

En aquel año 2009 yo venía de un semestre y una proyección de profesores de un muy bajo nivel en la licenciatura. Por ello no sabía si, como dije, debía seguir estudiando esa carrera. En este contexto se dio el viaje.

En ese tiempo tenía un amigo muy cercano, Bashoko, con familia con una casa por allá. Así que ambos decidimos, apasionados que querían llegar a un escenario y a una ciudad como esa en un futuro como creadores, irnos una semana antes del festival a estar durante un congreso de cine que harían ahí. La semana del festival, además, decidimos gastar nuestros ahorros para ir a todas las películas posibles.

El congreso fue tremendamente aburrido. Ahí nos enfrentamos a la vacuidad con que temas tan apasionantes como las artes pueden ser abordados por los dinosaurios de la academia. Prácticamente en una semana no escuché una sola idea interesante sobre cine, por más que estuviera poblado de “doctos” cinéfilos profesionales.

En el festival, en cambio, mi amigo y yo conseguimos ir a unas 4 proyecciones por día, además de colarnos a un gran número de eventos de una gran calidad, incluidas conferencias con directores reconocidos (como Amat Escalante). A pesar de ello creo que lo mejor del festival no fue ninguno de los eventos especiales: sino que prácticamente después de cualquier proyección, fuera nacional o internacional, había algunos miembros de la producción presentes, tanto del elenco como del equipo de filmación, para responder preguntas y dialogar con los cinéfilos que ahí estábamos. Así recuerdo, por ejemplo, una charla memorable con Fred Roos quien venía como productor del filme Tetro (Coppola, 2009); ahí él se asumió como “representante” de Francis, y nos contó un montón de anécdotas de vida, de producción y del medio. Pero como ésa hubo muchísimas presencias geniales que me dejaron una marca indeleble en la memoria. Ése fue un periodo fundamental para mí para terminar de afinar mi ojo crítico y analítico en el cine. Además de empezar a trazar una relación profunda, existencial y objetiva con la apreciación de un filme.

Para mí ese viaje definió lo que quería hacer de vida. Por una parte decidí, a pesar del nivel que veía en la escuela, seguir en la carrera, pues mi pasión por el séptimo arte era tan desbordada que no tenía por qué dudar que ese era mi camino. En ese momento pensaba que eso iba a desencadenar en ser un gran director de cine, o al menos en hacer una carrera en producciones a nivel profesional. Eso no fue así, con el tiempo y con la madurez me di cuenta que lo que ahí se había forjado era mi verdadero destino: ver, disfrutar, y entender el cine en múltiples niveles, no hacerlo. Lo que se estaba trazando era mi camino como crítico, como teórico y, sobre todo, como profesor de cine. Cosa que hasta la fecha alegra mis días.

En ese sentido, creo que en las escuelas de cine se hace demasiado énfasis en la posibilidad de profesionalizar el quehacer, pero poco énfasis en la posibilidad de profesionalizar también el pensar, el enseñar, difundir o analizar este arte tan peculiar.

Esta anécdota la cuento porque hace un par de semanas, del 20 al 22 de octubre, 8 años después de aquella primera vez, tuve la oportunidad de ir de nuevo al FICM, aunque esta vez me topé con una experiencia muy distinta.

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Tomada de:imcine.gob.mx

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Y es que no sólo yo había cambiado, sino que, por desgracia, el festival también. Por una parte la estructura del festival se volvió completamente elitista: ahora la alfombra roja era un evento exclusivo en el que uno no puede acercarse ni remotamente a los artistas (la vez anterior mi amigo había logrado conseguir un autógrafo de Tarantino).

Al mismo tiempo, con el espíritu de antaño, junto a mi novia compramos boletos para 7 funciones, nacionales e internacionales: fueron grandísimas películas, de eso no tengan duda, pero lo que para mí había más sido más marcante no era eso, sino las post-películas, y de ellas no nos tocó ni una sola.

Tampoco nos tocó ninguna conferencia anunciada para el público, ningún evento masivo abierto. Lo que había ahí no era una verdadera fiesta del cine.

Por ello, a pesar de las películas extraordinarias que vimos nos preguntábamos mi novia y yo: ¿qué tanto esto dista de cuando fuimos días seguidos al Cinépolis local a ver el ciclo que presentaron de Kubrick?, ¿o el de cine francés? La verdad es que muy poco o nada. La experiencia del festival incluso fue menos fiesta que la que uno podría encontrar en un buen cineclub.

Por años me arrepentí de no seguir yendo, año con año, a semejante fiesta del cine que hacían en Morelia. Me imaginaba todo lo que me estaba perdiendo y me recriminaba.

Este año, por otro lado, es el último que voy a Morelia a su festival: pues de él lo único que queda es, como les dije, una feria del cine. Sí, tal vez ahí se negocien los mejores contratos para distribución a varias producciones nacionales e internacionales que se estrenan; sí, tal vez consigan los mayores estrenos de cualquier festival en México. Sin embargo, como cinéfilo, como amante del cine, la celebración no pasa de un mero consumo: así, en el sentido más banal. 


Julián Bastidas Treviño.
julian.bastidas@gmail.com
www.revistaautarquia.com

PlasmArte Ideas, noviembre, 2017.
Twitter: @plasmarteideas
  

Ensalada Freak es coordinada por David A. Becerra
[*Cocinero de primera, perdón de primer año, 
experto en revolver cosas sin un orden específico, 
se me encargó la elaboración de ensaladas y otros platillos. 
Tengo la intención de escribir varios libros,
 de cursar varios diplomados, algunas maestrías y un par de doctorados, 
 hablo más o menos español, y lo escribo al 50%;  
soy el fundador y único miembro de mi propio club de Star Wars.]

Contacto: davidalfonsobecerra@gmail.com













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