[Sección coordinada por Inés M. Michel*]
[El siguiente texto fue publicado originalmente en el blog Cuerdas Ígneas]
(Apuntes sobre Ayotzinapa, tres años después)
“…lo que tenemos por parte del Estado y del gobierno
es la injusticia, la atrocidad y el terror.
Lo que tenemos por parte de los estudiantes
sobrevivientes de esa noche
y las familias de los 43 estudiantes desaparecidos es
un ejemplo desgarrador de lucha y dignidad”.
John Gibler.
La
noche del 26 de septiembre de 2014, en Iguala, Guerrero se abrió una herida
inmensa en el pueblo mexicano, una que a tres años de lo ocurrido tras la
desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro
Burgos de Ayotzinapa, sigue sangrando y que, dolorosamente, no parece que vaya
a sanar pronto.
Este
episodio atroz continúa sin respuestas y sin solución para todos los familiares
de los desaparecidos que siguen buscando justicia. Se sabe que en él
participaron tanto policías municipales como federales e, incluso, el ejército[1].
Una operación conjunta que dio como resultado la pérdida del rastro de estos
jóvenes que hoy podrían haber estado dando clases en un aula.
Ibero, la revista de la Universidad Iberoamericana, dedicó su número 52
(octubre-noviembre 2017) a rememorar lo ocurrido, consultando a diferentes
especialistas y activistas para que dejaran constancia en sus páginas de lo
poco que ha avanzado el caso, la importancia que tiene y el papel de las
instancias gubernamentales que han funcionado como un obstáculo para encontrar
el paradero de los muchachos. Titulado Ayotzinapa:
3 años sin verdad y sin justicia resulta un documento que con gran
responsabilidad y claridad expone los hechos en torno a la fatídica noche de
septiembre, las investigaciones que han llevado por su cuenta las familias afectadas,
la absurda “verdad histórica”[2]
con la que se pretendió zanjar el asunto por parte de las autoridades,
desmentida contundentemente por el Grupo Interdisciplinario de Expertos
Independientes (GIEI), designado por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH), así como las claves que no debemos olvidar “… puesto que las y
los desaparecidos son nuestros desaparecidos”[3].
Y
es que no solo se trata de 43 sino de miles de personas de las que se desconoce
su paradero. Ayotzinapa se convirtió en el ejemplo de cómo la impunidad impera
en el sistema de justicia mexicano y de la poca o nula capacidad que tienen las
instancias correspondientes para investigar y lograr resultados en los casos de
desaparición en todo el país.
Jan
Jařab escribe, “Tres años después de los hechos la tragedia de los estudiantes
sigue siendo también un símbolo poderoso, dentro y fuera de México, un caso
emblemático… Tal y como ocurre con algunos nombres de otros pequeños lugares de
nuestro planeta, sitios humildes, anteriormente desconocidos fuera de sus
propios países, ‘Ayotzinapa’ e ‘Iguala’ estarán por siempre en la conciencia de
la humanidad vinculados con una injusticia que trasciende lo cotidiano”[4].
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Monumento a La Bandera, Iguala, Guerrero. Tomada de: flickr.com |
¿Ciencia ficción policiaca?
La tragedia sigue viva, Ayotzinapa no hizo más que evidenciar
la grave crisis que vivimos en México desde hace más una década, es el símbolo
de una realidad que cuenta con más de treinta mil personas desaparecidas solo
en cifras oficiales, que dan cuenta en números cerrados de trece mil
desaparecidos durante el sexenio de Felipe Calderón y en lo que va del
correspondiente a Enrique Peña Nieto, dieciocho mil (activistas como Javier
Sicilia manejan una cantidad total cercana a los doscientos mil)[5].
Los datos son estremecedores.
La unánime noche (tomando
prestado el término que utiliza Borges al inicio de Las ruinas circulares) en que los estudiantes desaparecieron es todas las noches… A manera del fantasma
que describe Guillermo del Toro en voz del personaje de Federico Luppi en El espinazo del diablo se trata de un evento terrible condenado a repetirse una
y otra vez, esta y cada una de nuestras noches. Los familiares de los
desaparecidos, de los 43 y de todos los otros miles, continúan sin descanso, las
fosas clandestinas, que no han parado de salir a la luz en las averiguaciones
que las propias familias han llevado a cabo, siguen llenas de cuerpos sin
identificar, cada día amanecemos con más muertos e historias de hombres y
mujeres que no se sabe dónde están.
43 jóvenes con sus rostros y apellidos pusieron nombre a ese
horror y, para nuestro pesar, este no se irá ni lo hará mientras no haya
justicia, por todo ello esta pequeña contribución a la memoria que debemos
mantener viva frente a la muerte, la desolación y el terror de esa unánime
noche que vuelve a estremecernos cada vez que viene al recuerdo y al presente.
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COCTEL DE LETRAS es coordinada por Inés M. Michel.
[*Egresada del Instituto de Ciencias, generación 100, (100cias100pre).
Las letras me han salvado de los hombres grises en innumerables ocasiones.
Fiel lectora de Ende y de un sinfín de historias fantásticas y de terror.
Casiopea es mi guía y confidente.]
Contacto: inesm.michel@gmail.com
[1]
PATRÓN, Sánchez, Mario E., Ayotzinapa:
desmontar el pacto de impunidad. [Ibero,
núm. 52].
[2]
“Esta versión señala que los jóvenes habrían sido confundidos con
narcotraficantes, asesinados en un basurero, cremados a cielo abierto y sus
restos tirados a un río por un cartel del narcotráfico…”, BERISTAÍN, Carlos,
Martín, Nacimos de una herida. La
experiencia del GIEI y sus principales conclusiones sobe el caso Ayotzinapa.
[Ibero, núm. 52, P.p. 11-13]
[3]
RUIZ, Reyes Jorge, Ayotzinapa y los retos
para la implementación de la Ley General en Materia de Desaparición Forzada de
Personas y Desaparición Cometida por Particulares. [Ibero, núm. 52, p.15]
[4]
JAŘAB, Jan, Ayotzinapa, tres años después.
[Ibero, núm 52, p.9]
[5]
La cifra fue tomada de Contra la mentira
y el silencio, la resistencia y el reclamo de justicia. Ágora: 17 voces sobre
el caso Ayotzinapa. [Ibero, núm.
52, p.25]
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