Sección coordinada por Inés M. Michel*
Colaboración de Hilda Monraz
El año 2018 estuvo lleno de altibajos
para las luchas feministas. Aunque hubo un par de logros importantes a nivel
nacional e internacional, lo cierto es que aún vivimos en un contexto de
extrema violencia, especialmente contra las mujeres. Al menos quedó claro que la
lucha que une a varias facciones feministas (por muy diversas e incluso
opuestas que sean), es por la vida de las mujeres. El alza en los feminicidios
es espeluznante, por decir lo menos. Sólo la última semana de diciembre de 2018
asesinaron a 7 mujeres en Guadalajara, y son de las que llevamos recuento, sin
saber cuántas más mueren sin que sepamos de ellas. El 1 de enero de 2019 ocurrió el
primer feminicidio del que se tuvo noticia este año: una niña de 9 años en el Estado de
México fue violada y asesinada en la noche del 31 de diciembre para amanecer
año nuevo. Además, México presenta una de las cifras más elevadas en
feminicidios a nivel internacional, donde la mayoría de los delitos quedan
impunes. El escenario es de terror.
En el debate sobre el
aborto, si bien algunas posturas feministas argumentan que no debemos buscar su
legalización, porque “perpetúa la opresión sexual heteronormada de los hombres
sobre las mujeres” (estoy parafraseando), en general casi todas estamos de
acuerdo con su despenalización. En un contexto como el violento mexicano, no
podemos sino luchar por la vida de las mujeres que quieren abortar por
cualquier razón que ellas tengan. El principal objetivo sería, en términos
jurídicos, filosóficos y sociales, el derecho a la libre elección sobre el
propio cuerpo y entra en un espectro de justicia social. Por ello, vivimos con
regocijo cómo pasó aprobado el proyecto de la despenalización del aborto en
Argentina, pero sufrimos cuando el “no” del Senado acabó con las ilusiones que
albergábamos.
Marcha por la despenalización del aborto en Buenos Aires, Argentina, 2018 (Foto: AP). |
Las marchas en México,
las constantes pugnas feministas, las negociaciones que se han hecho con
distintos agentes políticos, apuntan a un debate muy intenso que continuará en
2019. En Aguascalientes, gracias a la presión de las activistas, se logró que
no pasara una reforma constitucional por parte del PAN que mencionaba “la vida
desde la concepción”. El 27 de diciembre ocurrió la votación y apenas le faltó
un voto para ser aprobada, pero fue suficiente para desecharla y mandarla al
archivo del Congreso. Sabemos que la voluntad política es necesaria tanto para
presentar proyectos (aunque no los hayan redactado ellos) como para darles
continuidad y llevarlos al éxito. Pero también la experiencia nos ha demostrado
que es en las calles donde se han gestado los cambios más importantes a nivel
social y cultural.
Por mencionar un
ejemplo de esta complejidad político-social e incluso religiosa, en Irlanda la
respuesta de un referéndum rompió con todos los prejuicios sobre su contexto y
dio paso a la legalización. Cerramos un 2018 con la despenalización del aborto
en un país católico, que no quiere decir que también sea conservador, o ya no
más. Según las encuestas, el único grupo que votó por el “no” a la
despenalización fueron los mayores de 65 años, lo que nos deja pensando sobre
algunas ideas generacionales y cambios en ese mismo aspecto. La ola del
ultraconservadurismo que nos azotó este año parece que no es invencible.
Activistas celebran la victoria del "sí" en el histórico referéndum sobre la despenalización del aborto, Irlanda, 2018 (Foto: Reuters). |
En aras de lograrlo en
México, a nivel nacional, surgen muchas preguntas. ¿Cuál es la vía correcta y
oportuna para que la despenalización del aborto sea una realidad en todo el
país? Porque, si se trata de discusiones en congresos y parlamentos, hemos
aprendido que no siempre atracan en buen puerto. Aunque también la lucha desde
abajo ha tenido sus desavenencias y finales infelices. La conjunción de
voluntades políticas, de todos los niveles y las luchas sociales desde lo rural
y lo urbano, podría ser la respuesta que nos dé más claridad. Luego, entonces, surgen más dudas: ¿cómo hacer para ponernos de acuerdo desde distintos
escenarios y con tantas diferencias de larga duración y de coyunturas
históricas? Una de las grandes riquezas del feminismo es su diversidad. Las
diferentes perspectivas nutren las discusiones y permiten cuestionamientos muy
profundos que casi ningún movimiento social, rigor académico, postura política -y demás- tiene. Sin embargo, la lucha por la vida de las mujeres y los
objetivos más generales -pero también más básicos para sobrevivir- tal vez
podría ayudarnos a pensar en negociaciones y adaptaciones para seguir vivas,
ser libres y decidir sobre nuestros propios cuerpos. Parecieran consignas de
hace varias décadas, pero es que aún no lo hemos logrado.
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