El
temporal de lluvias se instaló en una ciudad que parece deshacerse.
Caen árboles, se inundan avenidas, las tuberías de drenaje vomitan
su contenido a las calles, los pasos a desnivel se convierten en
trampas acuáticas, colonias enteras quedan sumidas en la
oscuridad... Tláloc habla y la ciudad enmudece.
“Cada
año es lo mismo...” dice con resignación un ama de casa.
“Es
que la tormenta estuvo fuertísima”, expresa un asustado
automovilista ante la visión de un grupo de carros casi cubiertos
por el agua, por el rumbo de Plaza del Sol. La mayoría de las notas
impresas y electrónicas destacan la fuerza de la lluvia, la
violencia de las tormentas tropicales, la personas fallecidas como
resultado de la corriente que las arrastró... pocos mencionan el
crecimiento salvaje de la ciudad, que ha devorado espacios que
sirvieron durante siglos, milenios incluso, para que el agua
encontrara su camino en el Valle de Atemajac; la invasión de la
plancha de cemento y asfalto por encima de la tierra y la vegetación.
Pero cuando llega el temporal el agua busca sus viejos caminos. Si no
los encuentra, mala suerte para los humanos: la fuerza del caudal
tumba paredes, revienta tuberías, arrastra vehículos, se estanca y
crece, corre y ruge.
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Tomada de: canal44.com |
Cada
año los puntos de inundación aumentan porque la urbe le arrebata
más espacios a las zonas circudantes. La falta de planeación urbana
es escandalosa, un proceso viciado en el que la ganancia a corto
plazo es privilegiada por sobre el ambiente y la calidad de vida.
¿Qué hay que construir sobre una barranca? Pues lo hacemos, faltaba
más. ¿Qué por aquí pasa un arroyo? Pues ponemos unas bocas de
tormenta, a ver si alcanzan a desfogar la lluvia. ¿Qué a lo mejor
no aguantan? Pues ya ni modo. ¿Qué esta zona está clasificada como
de conservación? Pues cambiamos el plan de desarrollo. Etcetéra,
etcétera.
La
voracidad inmobiliaria y la falta de verificación efectiva de las
autoridades (cuando no la franca corrupción), aumentan la gravedad
del problema, año con año. Si a lo anterior le agregamos la pésima
calidad del asfalto, la impreparación para el mantenimiento del
cableado eléctrico y la basura con la generosamente contribuyen
muchos tapatíos para tapar las bocas de las alcantarillas, la
fórmula lleva al mismo resultado de cada año:
Guadalajara-Guadalajara se convierte en un gigantesco montón de
azúcar, que en cuanto se moja comienza a desmoronarse.
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Alejandro Juárez/Planeta Tierra
Consultor internacional en manejo de agua y cuencas;
Director del Instituto Corazón de la Tierra.
PlasmArte Ideas, agosto, 2016
FB: PlasmArte Ideas
Twitter: @plasmarteideas
COCTEL DE LETRAS es coordinada por Inés M. Michel
[*Egresada del Instituto de Ciencias, generación 100, (100cias100pre).
Las letras me han salvado de los hombres grises en innumerables ocasiones.
Fiel lectora de Ende y de un sinfín de historias fantásticas y de terror.
Casiopea es mi guía y confidente.]
Contacto: inesm.michel@gmail.com
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[*Egresada del Instituto de Ciencias, generación 100, (100cias100pre).
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