[El siguiente texto fue presentado en el homenaje luctuoso al profesor Ramón Gil Olivo, quien fue escritor y formador de cineastas. Gil Olivo impartió clases tanto en diplomados como en licenciatura y maestría en el Departamento de Imagen y Sonido de la Universidad de Guadalajara. El evento se llevó a cabo en el Museo de la Ciudad, el jueves 28 de abril del presente año. Yo fui invitada a participar en la mesa Escritura y militancia política].
Me gustaría que hoy sea una
tarde alegre, que festeje la vida de un hombre que fue muy vital hasta el
último respiro. Tanto lo fue que aún con condiciones de salud muy adversas logró terminar un último libro, La virgen
rota, dejando así un legado para quienes continuamos en este viaje. Sus
palabras y su obra viven, y con ellas, Ramón Gil Olivo vive también, por eso el
festejo. Porque es una de las formas más bellas que encuentro de trascender.
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Foto: David A. Becerra. |
Me sorprende, aunque no
tanto, que este homenaje se haya organizado tan bien, en tan poco tiempo y con
recursos propios de la gente que le quería, mientras que la Universidad de
Guadalajara, a la que el profesor Gil Olivo dedicó la última parte de su vida,
guarda silencio como institución, a pesar de que el fallecimiento de Ramón
ocurriera durante la semana del Festival Internacional de Cine de Guadalajara; sin embargo, es explicable y por ello no tan sorpresivo porque se trata de un festival que
es más política que cine, más intereses particulares que comunitarios, donde la misma
gente se reúne cada año, esos círculos reducidos que abarrotan las master classes, los eventos con
celebridades y las barras libres, pero que discuten poco o casi nada sobre la
producción local e incluso sobre el cine mismo.
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En este plano, el de la
discusión de ideas y propuestas novedosas, creo que los festivales
independientes que se hacen en la ciudad, están llevando la pauta y logrando
una convocatoria más amplia, no necesariamente en la cantidad de asistentes,
sino por el público que acude, uno diferente, de distintas esferas sociales,
que converge en el gusto por el cine, aunque no sean especialistas ni cinéfilos consagrados de la élite intelectual tapatía.
Así que no hubo ningún
homenaje durante esa semana de la edición número 31 del FICG, aunque muchos de
los cineastas que han presentado sus trabajos en este espacio le deben bastante
a Ramón, a quien tuve la fortuna de conocer en el Departamento de Imagen y Sonido de la UdeG durante un maravilloso diplomado de cine, enfocado en la
realización. Ahí fue mi maestro de Narrativa y de esa experiencia académica
surgieron amistades y proyectos imborrables, que plantaron una semilla de la
que ya ha surgido un pequeño árbol que sigue creciendo.
Pasando entonces a la
escritura, que es uno de los temas que atañen a esta mesa, quiero decir que la
narrativa de La virgen rota evoca a
la escritura para cine, leerlo es pensar en imágenes, construidas desde las
letras, que comienzan a desfilar ante nuestros ojos. Podemos imaginar una
película sin esfuerzo. Así sucede también con Dientes de perro.
Por otro lado, no creo que
debiéramos hablar de su obra sin hablar de su vida, específicamente esa vida
que dedicó a la militancia política, así que considero muy atinado que esta
mesa combine la escritura con la militancia, pues esta última respondió a una convicción
y coraje que muy pocas personas demuestran a lo largo de su vida.
Perteneciente a la Liga
Comunista 23 de septiembre, grupo guerrillero que en la década de los setenta
luchó por un mundo más justo, Ramón forma parte de la historia mexicana. Su
nombre está inscrito junto al de aquellas y aquellos que perdieron la vida buscando un
ideal, que vieron morir a sus compañeras y compañeros, que fueron torturados, desaparecidos,
o encarcelados por un gobierno que los enfrentó como si de terroristas se
tratara.
¿Y qué mayor terrorismo que el del propio Estado? Ese terrorismo nos cuesta día con día gente nuestra, nos mantiene aislados, enfrentadas y enfrentados entre nosotros mismos, todo para que el poder pueda mantenerse donde está, siendo poder, y en el caso mexicano, como muchos otros, uno particularmente oscuro.
¿Y qué mayor terrorismo que el del propio Estado? Ese terrorismo nos cuesta día con día gente nuestra, nos mantiene aislados, enfrentadas y enfrentados entre nosotros mismos, todo para que el poder pueda mantenerse donde está, siendo poder, y en el caso mexicano, como muchos otros, uno particularmente oscuro.
Pelear así por las ideas es
cosa que no es para nada fácil, pues conlleva en todos los casos altísimos
costos personales. Lo he visto de cerca.
Foto: David A. Becerra. |
¿Qué nos queda? A quienes
somos hijas e hijos de estos luchadores sociales, una generación que nace con
heridas infringidas por la tristeza de la guerra perdida, por los sueños rotos,
que se desmoronaron en las posibilidades de un mundo distinto donde las oportunidades
fueran no solo para unos cuantos, esas clases privilegiadas que parecen haber
existido desde siempre.
Yo creo que los nos queda es
el arte (y el arte no es ajeno a esta organización en torno a privilegios, por
ello el cuestionamiento anterior que hice sobre los festivales). Y también creo
que esas luchas no representan un fracaso.
El arte y la revolución
triunfan de maneras insospechadas, podría decir, si de resumir se tratara, que seguimos
siendo 132, yo lo sigo siendo porque me asumo en ese movimiento del que fui
parte, esperanzada. Así que continúo esa herencia que me fue otorgada, una
herencia política e ideológica, que llevo en mi quehacer cotidiano.
Seguimos siendo también, los
estudiantes del 68, aunque ni yo ni ningún compañero o compañera de mi
generación hayamos estado ahí.
A pesar del invierno que nos
azota seguimos creyendo en la primavera. Fíjense, observen a su alrededor, si
miran con cuidado verán las florecillas semienterradas que sobreviven tercas,
valientes.
Así que Ramón, querido
profesor, aún vives, no se trata de una bella metáfora, lo que quiero
transmitir es que cada gota de sangre derramada por cada uno de tus compañeras
y compañeros de lucha, hierve en nuestros corazones, también la tuya. Tu legado
continúa en tus palabras y en los cineastas que formaste, David Becerra y yo
fuimos testigos de esa labor.
Foto: AconteSer Psicoanalítico. |
Así que te agradezco
públicamente en este homenaje luctuoso, ante todos los que nos acompañan hoy.
Qué privilegio es conocer gente tan valiente que después de librar tantas
batallas que a veces parecen insalvables, logran volcarse a crear, escribir,
hacer cine.
El arte ilumina senderos, HACE
caminos donde todo es frío e inerte. Donde todo es oscuridad y silencio. Ahí
donde nos dicen que no hay por dónde transitar o que los caminos son espinosos
e insoportables, ahí el arte hace maravillas. Recuerden esa canción que reza
“caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Así que si queremos
sobrevivir al invierno y seguir viendo flores, hagamos arte, vayamos a él y hagamos caminos de
sol.
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Inés M. Michel.
@inesmmichel
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PlasmArte Ideas, mayo, 2016.
FB: PlasmArte Ideas
Twitter: @plasmarteideas
COCTEL DE LETRAS es coordinada por Inés M. Michel
[*Egresada del Instituto de Ciencias, generación 100, (100cias100pre).
Las letras me han salvado de los hombres grises en innumerables ocasiones.
Fiel lectora de Ende y de un sinfín de historias fantásticas y de terror.
Casiopea es mi guía y confidente.]
Contacto: inesm.michel@gmail.com
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