Memorial para costureras en Bolívar y Chimalpopoca, Ciudad de México, 2017. Crédito: Sharenii Guzmán. e-veracruz.mx |
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¿Lo personal es político?
No estoy segura del día, si fue el 28 o el 29 de julio, pero sí del año: 2012. Tuve una de las experiencias más extremas de mi vida. Intentamos subir el cerro (o pirámide) del Tepozteco, en Tepoztlán, Morelos; mi entonces compañera de casa y yo. Nuestro objetivo era Cuernavaca pero nos desviamos porque nos atrajo este sitio arqueológico. No subimos con el equipo adecuado ni teníamos la vestimenta o el calzado ideal para andar en un cerro. Nos dijeron varias veces antes de llegar que no subiéramos así. Yo tuve un poco de miedo porque siempre he tenido malas experiencias en el campo. Pero mi compañera quiso seguir y me dijo que al menos lo intentáramos un tramo y que si no podíamos, nos regresábamos. Confié en ella. Apenas llevábamos media hora subiendo cuando empezó una tormenta. No cualquier lluvia. El agua empezó a bajar y formaba ríos, después pequeñas lagunas imposibles de cruzar. Nos refugiamos en una cueva, con otras personas. Yo recuerdo estar junto a una señora más o menos de la edad de mi mamá y empezamos a platicar. Rezamos juntas. Yo sinceramente pensé que no saldría viva. El agua nos impedía subir y bajar. Había apagado mi celular pero lo volví a prender para hacer una llamada, me comuniqué con una ex pareja que vivía más o menos cerca y le dije que por favor avisara a algún cuerpo de seguridad. Lo hizo. Pensé que sería mi última llamada.
¿Lo personal es político?
No estoy segura del día, si fue el 28 o el 29 de julio, pero sí del año: 2012. Tuve una de las experiencias más extremas de mi vida. Intentamos subir el cerro (o pirámide) del Tepozteco, en Tepoztlán, Morelos; mi entonces compañera de casa y yo. Nuestro objetivo era Cuernavaca pero nos desviamos porque nos atrajo este sitio arqueológico. No subimos con el equipo adecuado ni teníamos la vestimenta o el calzado ideal para andar en un cerro. Nos dijeron varias veces antes de llegar que no subiéramos así. Yo tuve un poco de miedo porque siempre he tenido malas experiencias en el campo. Pero mi compañera quiso seguir y me dijo que al menos lo intentáramos un tramo y que si no podíamos, nos regresábamos. Confié en ella. Apenas llevábamos media hora subiendo cuando empezó una tormenta. No cualquier lluvia. El agua empezó a bajar y formaba ríos, después pequeñas lagunas imposibles de cruzar. Nos refugiamos en una cueva, con otras personas. Yo recuerdo estar junto a una señora más o menos de la edad de mi mamá y empezamos a platicar. Rezamos juntas. Yo sinceramente pensé que no saldría viva. El agua nos impedía subir y bajar. Había apagado mi celular pero lo volví a prender para hacer una llamada, me comuniqué con una ex pareja que vivía más o menos cerca y le dije que por favor avisara a algún cuerpo de seguridad. Lo hizo. Pensé que sería mi última llamada.
Parece
que en Tepoztlán están más o menos acostumbrados a lidiar con este tipo de
eventos y ya habían mandado brigadas de protección civil buscando personas en
los caminos del cerro. Nos rescataron, usaron helicópteros y subieron por
distintos lados. Recuerdo estar atada a un arnés para bajar y así por fin pisé suelo
firme en las faldas del Tepozteco. Tuvimos principios de hipotermia, pero dimos
gracias de haber sobrevivido. Tal vez lo más fuerte fue que estando abajo
queríamos secar nuestra ropa para regresar a la Ciudad de México y no
encontramos cómo. Recurrimos a una lavandería, donde pedimos que la señora nos
dejara secar la ropa en una de sus máquinas, mientras nos prestara algunas
toallas o algún tipo de prenda que vimos que tenía. Pero no quiso prestarnos
nada ni rentarnos las máquinas de secado. Teníamos dinero para pagarle y le
insistimos pero fue inútil. A pesar de la hipotermia y nuestro cansancio, no
nos quiso ayudar. Me di cuenta de muchas cosas, tuve sentimientos encontrados,
agradecí haber sobrevivido pero me enojé y me dio mucha tristeza porque no nos
quisieron ayudar.
Los
desastres naturales no perjudican de la misma manera a todas las personas. Hay
una clara división entre los afectados, por distintas razones. Clase social,
etnia, edad y género, por lo menos. Distintos estudios académicos han tratado
este tema y aquí abajo dejo algunos ejemplos. Me detengo un poco en el texto de
Neumayer y Plümper, quienes estudiaron desastres naturales de 1981 a 2002 en
141 países. Se enfocaron en la vulnerabilidad específica de niñas y mujeres con
respecto a la mortalidad provocada por los desastres naturales y sus secuelas.
Tuvieron tres hallazgos importantes. El primero es que los desastres naturales
baja más la esperanza de vida de las mujeres que la de los hombres. El segundo
es que cuanto más fuerte sea el desastre, es igualmente más fuerte el efecto en
la brecha de género de la esperanza de vida de las mujeres. El tercero es que
mientras más alto sea el nivel socioeconómico de las mujeres, es más débil el
efecto en la brecha de género de la esperanza de vida. Estos tres puntos pueden
explicar algunos sucesos que conocemos de cerca.
Lo
que quiero recalcar en este texto es el hecho de ser mujer en medio de un
desastre natural. El pasado sismo del 19 de septiembre nos dejó clara esta
situación de vulnerabilidad en la que estamos las mujeres frente a experiencias
tan terribles. Hasta ahora el número de muertes que se han contado deja ver que
la mayoría eran mujeres. No sólo es porque somos mayoría poblacional, ya que se
trata de un fenómeno que debe ser analizado con más detalle. En este caso
influyeron al menos tres factores importantes para tener en cuenta: la hora en
que ocurrió el terremoto, la división del trabajo por género y los edificios
que colapsaron. Al respecto, ya algunos investigadores lanzaron las primeras
hipótesis basadas en estadísticas y estudios serios. Aquí los dejo para que se
corroboren. Sin embargo, es útil decir de manera general lo que se puede
concluir hasta hoy. La mayoría de las mujeres que murieron estaban desempeñando
labores consideradas mayoritariamente “femeninas” como la enseñanza (en el
colegio Rébsamen), la hechura de prendas y la domesticidad; incluyendo el
trabajo no remunerado en casa o el freelance.
Los inmuebles que se cayeron eran principalmente habitacionales, y fue una hora
en la que muchas mujeres se encontraban en casa. Aunque aún se tienen que
analizar con más precisión las cifras y los hechos.
Tal
vez el caso que más llama la atención es el de la o las fábricas textiles
colapsadas en Bolívar 168, esquina con Chimalpopoca. No hay un conteo exacto de
personas muertas en el lugar. Tal vez nunca la tengamos con precisión. Es
presumible que la mayoría de trabajadoras eran mujeres y muy probablemente
indocumentadas, de distintos orígenes. Aparentemente murieron 26 personas en
las extintas fábricas. Al menos esos son los cuerpos que se contaron hasta el 5
de octubre pasado, cifra de la cual el 90% eran mujeres. ¿Quiénes eran y cómo
sabemos cuántas quedaron bajo los escombros? Que por cierto retiraron a pesar
de las insistencias de brigadas feministas en los siguientes cuatro días del
sismo. ¿En qué condiciones trabajaban esas mujeres? ¿Por qué se repitió la
historia del 85? Ya que 33 años atrás ocurrió una historia muy semejante,
cuando de igual manera murieron obreras en el que había sido el peor terremoto
de la ciudad en las últimas décadas. La impunidad, la corrupción, el
patriarcado y el capitalismo siguen haciendo de las suyas.
Mi
experiencia en el Tepozteco no se compara con la del 19S. Son muy distintas.
Pero me acerca de alguna manera a esa impotencia que sintieron. Apenas puedo
alcanzar a imaginar esa sensación de vulnerabilidad cuando no puedes controlar
que la naturaleza se abra paso y te lleve con ella. Estuve en la Ciudad de
México unos días después del sismo y me percaté de la solidaridad que se vivió,
ayudamos en lo que pudimos pero tuve que regresar a mi “normalidad”. A pesar de
esa unión de varios mexicanos y extranjeros por rescatar personas, animales y
hogares, quedó claro que no somos uno mismo y que no vivimos de la misma manera
este tipo de fenómenos. Soy testigo de que las mujeres estamos casi siempre en
mayor riesgo que la mayoría de los hombres. Yo misma, al vestirme
“cotidianamente”, “como mujer”, no estaba preparada para enfrentar una tormenta
y la hipotermia. Desconozco la manera en que vivieron los varones que alcancé a
ver en mi aventura tepozteca. Lo único
que recuerdo es ver a un joven cerca de mí y era el hijo de la señora con la
que recé. Ambos se salvaron, aunque sólo platiqué con ella. Sin embargo, para
mí fue lúcido que al ser dos mujeres juntas las que vivimos eso, que contábamos
con un vehículo (el de mi compañera) y dinero, no sufrimos tanto como otras
turistas. De ahí que la postura socioeconómica intervenga de manera efectiva.
Desgraciadamente
otras mujeres, las obreras, amas de casa, maestras, viviendo en su cotidiana
feminidad, no pudieron hacer frente a un movimiento telúrico que acabó por
dejarlas sin casa y sin trabajo. Lo peor
fue que muchas murieron. Quedaron en el olvido, y se repitió la historia de
injusticia de 33 años atrás. Las desigualdades salieron a flote y no sólo en
ese momento del temblor, sino también después. En las brigadas de rescate
desplazaban a las mujeres para darle paso a los hombres, sin importar la fuerza
que tuvieran (o no) ellas o ellos. Los modelos de “profesionalismo” de los
rescatistas casi siempre están relacionadas con las masculinidades. Se sabe de
al menos un caso de violación sexual a una mujer brigadista que viajaba con
otras personas llevando víveres desde la Ciudad de México a Oaxaca, la semana
siguiente al sismo. Estamos a pocos días del trágico suceso y creo que es el
momento adecuado para ir (re)pensando lo ocurrido e idear estrategias que
diluyan estas diferencias que nos están matando.
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Twitter: @plasmarteideas
COCTEL DE LETRAS es coordinada por Inés M. Michel.
[*Egresada del Instituto de Ciencias, generación 100, (100cias100pre).
Las letras me han salvado de los hombres grises en innumerables ocasiones.
Fiel lectora de Ende y de un sinfín de historias fantásticas y de terror.
Casiopea es mi guía y confidente.]
Contacto: inesm.michel@gmail.com
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Referencias:
Referencias:
Leonardo, Isaura. “Tiempos del sismo:
detrás del unísono del tiempo del capitalismo y la desigualdad”. En horizontal, http://horizontal.mx/tiempos-del-sismo-detras-del-unisono-el-tiempo-del-capitalismo-y-la-desigualdad/
Neumayer,
Eric and Plümper, Thomas (2007) “The Gendered Nature of Natural Disasters: The
Impact of Catastrophic Events on The Gender Gap in Life Expectancy”, 1981–2002.
Annals of the Association of American
Geographers, 97 (3). pp. 551-566.
DOI:
10.1111/j.1467-8306.2007.00563.x
Solís, Patricio y Alejandra Donají Nuñez,
“¿Por qué murieron más mujeres en el 19S?” en Nexos, http://www.nexos.com.mx/?p=34076.
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