[Escúchanos este viernes 4 de diciembre a partir de las 21:00 hrs. por www.laexquisitaignorancia.com Invitada: Judith Rosas]
El ser humano siempre se ha fascinado por lo que
le es extraño y desconocido. El otro, con características diferentes nos hace reafirmarnos
como UNO, como nosotros mismos. Son los extraños los que nos definen y nos
ubican en el centro de lo que debe de ser.
El otro se revela como una fuente de
amenaza, es peligroso. Tal es la razón por la que debe ser excluido, anulado
y subsumido.
La
alteridad es propia de la cultura dominante, se aplica al descubrimiento que el
“él” hace del “otro” lo que hace surgir una amplia gama de imágenes del otro,
del “nosotros” así como muchas visiones del “él”. El extranjero, el loco, el marginal, el
homosexual, el andrógino, la lesbiana, el monstruo, el individuo a corregir, la
mujer. El discurso dominante repliega a la anomalía, pero esta anomalía es el
límite de lo verdaderamente aceptado.
Tomando
en cuenta a Michael Foucault, la anomalía necesita ser corregida y es a partir
del siglo XIX que se crean diversos dispositivos para esto. La alteridad es
aquella que viola las leyes de los individuos, no es que haya sido concebida desde fuera de lo normal, sino que también esta anormalidad se construye dentro
del tejido social y por tanto debe ser alejada.
El
arte y los productos culturales construyen un rico discurso y un cúmulo de diversas anormalidades y alteridades, que
recaen sobre numerosas miradas disidentes; el psicópata, el monstruo, los
extraterrestres, los enemigos de la patria, los deformes. Se recrea una
otredad, un modelo del otro en donde ellos mismos intervienen.
Artistas como
Goya, Kafka y directores de cine como Guillermo del Toro, han construido la
imagen del monstruo que combina lo imposible con lo prohibido, y es con base en este imaginario que se
constituye lo normal.
El etnocentrismo es una alteridad que también se construye en el imaginario del arte, recordemos las pinturas del siglo XIX donde se hacía una gran distinción entre lo bárbaro y lo civilizado. Al igual que otras artes, el cine hereda este discurso y son numerosos filmes donde los villanos son los extranjeros, los de culturas ajenas al del propio protagonista.
Quizá
algunos monstruos clásicos como Drácula o Frankenstein tienen todas la
características de cómo se construye un ser anormal y una alteridad. El monstruo
es una figura que infringe las leyes desde su propia naturaleza. La construcción de este discurso sigue
funcionando cada vez que aumenta la fascinación a eso monstruoso que nos
reafirma (¿y nos cuestiona?), lo humano.
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