martes, 28 de agosto de 2018

COCTEL DE LETRAS | Herstorian: ¿Por qué es peligroso para una mujer “viajar sola”?

Sección coordinada por Inés M. Michel*



Colaboración de Hilda Monraz.


El 5 de agosto de 2018 fue asesinada María Trinidad Mathus, música mexicana que se encontraba de viaje en Costa Rica. Era apenas la primera parada de un largo itinerario que ya tenía planeado para recorrer varios países del mundo. Viajaba “sola” (¿?). Las investigaciones indican que iba caminando en la playa junto a una amiga inglesa cuando las asaltaron dos hombres y la otra mujer pudo escapar. Sin embargo, María Trinidad no tuvo éxito y al cabo de unas horas encontraron su cuerpo sin vida en la playa. ¿Estaba sola? Así lo juzgan en comentarios de redes sociales, poco alejados de la opinión pública en general.
Pero, ¿qué implica “viajar sola” o “estar sola”? En términos exactos, se definiría como estar sin compañía, pero justo cuando las asaltaron estaban juntas dos mujeres. Aun así, la mayoría de las personas piensa que “estaban solas”, ¿por qué? Porque la “soledad” o la “compañía” se definen en torno a los hombres. Si ellos están, aparentemente una no está sola, aunque sea un grupo de cinco o seis mujeres; porque sin varón, están “solas”. Por eso las mujeres somos monedas de cambio en los bares, antros y restaurantes donde si van “tres mujeres solas” pagan dos o tienen una cubeta gratis de cerveza, hasta una botella de cualquier tipo de alcohol. Porque si están “solas” las puede abordar un hombre, que aunque sea uno, no está solo. Hasta hoy no he visto ningún anuncio que indique que si van tres hombres solos a un antro les regalan algo. Ni siquiera en los lugares LGBTTIQA.

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María Trinidad, como muchas otras mujeres a lo largo de la historia, emprendía un viaje alrededor del mundo. Lamentablemente, ella no lo pudo lograr, porque fue alcanzada por la violencia feminicida que cada vez es más fuerte y más repugnante en todo el mundo. Otras han logrado ese propósito de viajar, con grandes satisfacciones, pero también con aprendizajes duros. Maru Mutti tiene un blog donde escribe sobre mujeres que viajan solas y me parece relevante citar su reflexión en el tema de ser mujer y viajar: “Es raro. Nadie nos pregunta si nos da miedo gestar un bebé durante nueve meses dentro nuestro, ni tampoco nos preguntan si nos da miedo parir, pero viajar solas… viajar solas es algo que sí nos tiene que dar miedo. O eso parece”. (Aquí su texto).  Es decir, el hecho de viajar sola también construye un tipo de feminidad que no sólo es peligroso, sino que es cuestionado por los demás.
 Encontré una página donde algunas mujeres comparten reflexiones sobre sus viajes en soledad y además tienen un proyecto artístico de fotografía, aquí pueden echarle un vistazo. Llama la atención que además de lo que publican, que es muy vasto y contiene una diversidad tremenda, se definan como “mujeres valientes que viajan solas”, ¿una tiene que ser valiente para viajar sola? ¿A qué distancias o cuáles son los requerimientos para sentirse valientes y suficientes como para viajar sola? La edad también puede ser una implicación importante: ¿es lo mismo viajar a los 20’s que a los 50’s? ¿O embarazada? Son preguntas que tienen sus ejemplos en dicha página, pero también en la vida cotidiana. Personalmente a mis 32 aún tengo miedo de viajar sola, pero muchas veces lo tengo que hacer por trabajo o por placer. ¿Tengo que detenerme porque es peligroso?

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María Trinidad Mathus (1993 - 2018).

No faltan los comentarios de personas cercanas (o del público en general) que cuestionan sobre “¿Por qué sales de noche si sabes que es un peligro?” O, en el caso de los feminicidios a menores de edad: “¿Por qué la dejaron salir a esas horas?” Es decir, se voltea el caso y se revictimiza a la mujer. En vez de preguntarse ¿Por qué no puede salir a cualquier hora, con cualquier persona, o sola?, se toman argumentos contra la misma víctima para justificar el crimen que sufrió. En lugar de atacar de lleno el problema, le dan vueltas y normalizan la violencia al grado de que se llegue a creer que las mujeres somos las culpables si algo nos pasa por salir de noche, por estar “solas” o por “viajar solas”. En un proteccionismo patriarcal pretenden que permanezcamos en casa, pero olvidan que es justamente en los hogares donde se cometen también feminicidios: por los esposos, novios, parejas y exparejas, las violaciones por los papás, hermanos, tíos, primos y demás allegados desde la infancia. Entonces, ¿realmente nosotras somos el problema, por estar “solas”?  
Desde esa perspectiva, la razón por la que es peligroso “viajar sola” no radica en la actitud de las mujeres, ni de su forma de vestir, en su toma de decisiones, en sus gustos o en sus reflexiones. El problema está en el contexto patriarcal misógino en el que una mujer no es dueña de su destino. Porque las decisiones y acciones de una mujer deben estar avaladas por un hombre y en el mejor de los casos, acompañadas por él. Sea su papá, hermano, marido o cualquier varón que sea su figura de “autoridad”. Si escarbamos más profundo seguimos encontrando raíces machistas: aun estando en casa, la vida de cualquier mujer peligra. Los datos estadísticos hablan por sí solos al presentar estos terribles casos de feminicidios cometidos en las propias casas de las mujeres por parte de agresores miembros de su familia o (ex)parejas sentimentales. No es el lugar, no es el viaje, no es el vestido, es el patriarcado.

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Tomada de: trendencias.com

¿Y qué se hace cuando la razón de la peligrosidad de ser mujer permea casi todas las civilizaciones del mundo? Recientemente, me comentaron que en Holanda algunos varones negaron sistemáticamente que en su “primer mundo” había acoso a las mujeres. Mi pareja, quien estaba preguntando eso, fue específico con las mujeres y les preguntó: ¿has sufrido acoso aquí? (con su respectiva traducción) y ellas contestaron que sí; que era sutil en ocasiones y en otras no tanto, pero que no dejaban de sufrirlo. Mientras que ellos ignoran o invisibilizan el problema, ellas lo viven cotidianamente. Tal vez no en el mismo sentido que las latinoamericanas lo vivimos, pero el hecho de que los hombres se crean dueños de nuestros cuerpos y de nuestras vidas es algo bastante común en casi cualquier lugar del mundo. Cuando me preguntan sobre esto, les cuento que en Estados Unidos también lo corroboré. En barrios latinos, en las universidades gringas, en las grandes bibliotecas y archivos que visité, de maneras tenues, casi vaporosas, otras ocasiones directas y violentas, pero sí lo experimenté: el acoso atravesando barreras de clase y educación.
No creo que exista una fórmula mágica contra la violencia patriarcal, porque es distinta y se adecúa al contexto. Los movimientos feministas han venido denunciando esto por años, incluso por siglos. Aunque si desmenuzamos las características de cada oleaje feminista, nos damos cuenta que ésta en la que estamos está muy marcada por sus denuncias contra la violencia que ejercen sobre nosotras. Nuestros tiempos requieren esas demandas porque nuestras vidas corren peligros. A cada paso que da el feminismo, existe una reacción antifeminista que puede ser dos o tres veces más dura y violenta contra nosotras. No nos dejan “viajar solas” porque debemos ir con un macho que nos proteja. No nos permiten tomar decisiones como separarnos de la pareja, quien es un agresivo, manipulador y obsesivo que niega su violencia y arrebata lo que puede. En cada caso habría que seguir algunos pasos como: reconocer que existe un problema, analizarlo, visibilizarlo y atacarlo de fondo. Dejar de tener miedo, armar redes de mujeres, educar en el respeto y en el amor libre, la honestidad y la tolerancia. Crear estrategias específicas dependiendo del ambiente, re-escribir la historia, honrar a las que ya no están, encerrar a los criminales, evaluar y actuar contra los que nos están matando. Porque el peligro no es ser mujer, el peligro es creerse dueños de otras, de sus deseos, sueños, metas, de sus cuerpos y sus existencias.    



Hilda Monraz.
@_biographer
PlasmArte Ideas, agosto, 2018.
Twitter: @plasmarteideas
Instagram: @plasmarteideas




*COCTEL DE LETRAS es coordinada por Inés M. Michel. 
[Las letras le han salvado de los hombres grises en innumerables ocasiones. 
Fiel lectora de Ende y de un sinfín de historias fantásticas y de terror. 
Casiopea es su guía y confidente.]

Contacto: inesm.michel@gmail.com











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