Colaboración de Natalia Ulloa
“¿ la vida, cuándo fue de veras nuestra?,
¿cuándo
somos de veras lo que somos?,
bien
mirando no somos, nunca somos a solas
sino
vértigo y vacío,
muecas
en el espejo, horror y vómito,
nunca
la vida es nuestra, es de los otros,
la
vida no es de nadie,
¿todos
somos la vida?
pan
de sol para los otros (…)”
- Piedra
de Sol, Octavio Paz.
¿Qué
somos nosotros sino la vida que andamos?
Vamos
por la vida necesitando ser dichos por el otro para entendernos a
nosotros mismos, recurriendo a una memoria que nos mantenga en esta
existencia y nos deje como una historia más que en algún momento
será contada. Nos relacionamos con otros para establecer lazos de
empatía y comprensión, que de fondo ocultan un espejo, una búsqueda
de alguien que nos pueda decir y que nos ayude con esta carga tan
pesada que se llama Natalia, Julián, Pedro (…)
Sin
embargo, ese andar constante por las ruinas de nuestras experiencias
es el que forja ese “alguien” que “es”, ese nombre cargado
de vida que intenta plasmar por todos los medios que conoce todo lo
que vive, todo lo que lo va definiendo poco a poco en ese otro que
buscaba para contarse a sí mismo.
¿Y cuando la palabra no alcanza?, ¿cuando queremos decir la vida misma
que somos todos? Entonces se abre paso a la música: al tango.
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Tomada de: momfs233.blogspot.com |
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De la música nace el vestir
Tocar un tango tiene tantas variantes como sean posibles. Adentrarse en la partitura es ver una línea melódica que grita algo, pero de una forma que sólo el intérprete puede empatizar por su propia historia. Es decir, muchas veces la partitura no tiene dinámicas o pautas que permitan a uno tener más dominio “académico” de la pieza, sólo tiene de herramienta una línea melódica que sigue por distintas facetas: en la interpretación se encuentra el carácter y la intención del tango.
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Tocar un tango tiene tantas variantes como sean posibles. Adentrarse en la partitura es ver una línea melódica que grita algo, pero de una forma que sólo el intérprete puede empatizar por su propia historia. Es decir, muchas veces la partitura no tiene dinámicas o pautas que permitan a uno tener más dominio “académico” de la pieza, sólo tiene de herramienta una línea melódica que sigue por distintas facetas: en la interpretación se encuentra el carácter y la intención del tango.
¿Quiere
decir que el tango tiene distintas intenciones?
Yo
creo que sí, en tanto que cada tango nos dice algo diferente pero un
mismo tango puede tener distintos matices dependiendo de la persona
que lo toque.
“Para
tocar un tango se necesita vivir”,
me dijo un maestro antes de tocar. Y ahora entiendo: uno necesita
vivir, sufrir, reír y llorar para empatizar con la vida humana, con
la diversidad cultural, con el reflejo de esa vida llena de
cicatrices que se asume y que de todas formas se anda. Y eso es el
tango: un camino, un volver con la frente marchita, un querer, un
portador de la palabra que no se dice, se vive; un recorrer la
memoria misma para saber en dónde se ha pisado y seguir por las
ruinas. Y al tocarlo decimos con voz alta lo que vivimos. Nos
afirmamos en el momento en que seguiremos adelante.
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Natalia Ulloa.
nataliaulloa15@gmail.com
PlasmArte Ideas, enero, 2018.
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