[Sección coordinada por Víctor D. Magallón*]
[Colaboración de Francisco Chavez Lizardi]
La
escena musical tapatía adolece de un fenómeno, repetitivo y
constante, al menos en lo que empíricamente he podido constatar en
mi trayectoria de vida: ocurre que existe una alternancia de ciclos
que van de momentos de una intensa actividad, con una escena
alternativa vibrante, en la que bandas independientes que alcanzan la
masificación conviven y se retroalimentan de otras que, si bien, no
llegan a tener éxito comercial, sí generan propuestas frescas e
innovadoras. Y a su vez comienzan a traerse bandas importantes de
otros lados, surgen o se reaprovechan foros en los que se presentan
estas agrupaciones y hay un pequeño mercado alrededor de estos
movimientos. Y justo cuando parece que se superó este umbral a
partir del cual se podría esperar que la escena se consolidara y
empezara a funcionar como una industria cultural fija, empieza a
perder protagonismo, las bandas que consiguen un éxito comercial
se alejan de estos espacios, las bandas alternativas en buena medida
tienden a desaparecer y el pequeño mercado local relacionado a estos
espacios se diluye o cambia su giro hacia otras escenas.
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Esta
situación, dinámica y cíclica, estimo desde mis observaciones,
tiene su origen en dos factores muy concretos, por un lado es el
agotamiento de los actores de la escena. Estas personas, quienes, por
el placer que tienen por la música y también, aunque no siempre,
por saber que existe la oportunidad de una cierta retribución
económica y moral, generan esta inercia, que va atrayendo y
motivando a más gente a integrarse al movimiento, hasta que este
alcanza un momentum en el que parece que la escena debería
sostenerse por sí sola y habrá quien releve a estos primeros
iniciadores. Pero en la realidad es que no siempre llega este relevo
generacional, y las dinámicas personales de estas personas que
integran la escena los llevan a desistir, cambiar o migrar, dejando
así “huérfano” al movimiento y poco a poco la escena va cesando
de ser.
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No es el único factor, también la volubilidad del público influye sobremanera, al muchos sumarse de manera temporal y después de poco perder el interés en las bandas, los espacios y las modas alrededor de ellos. No es un fenómeno necesariamente malo, pero pareciera como si aquí casi todos los que se integran a un determinado círculo o escena lo hicieran de manera muy fugaz. También he apreciado que hay un cierto esfuerzo por mantener la “pureza” de ciertos géneros y estilos, y que los círculos alrededor de ellos se tornan bastante puristas, limitando que algunas escenas, como la metalera o ciertas partes del punk, converjan y compartan y que los creadores y fans se vean limitados de alguna manera a seguir únicamente estos géneros para no ser víctimas del ostracismo.
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Todos estos factores vienen aquejando a la escena tapatía desde generaciones atrás, lo que provoca que cada generación pareciera empezar de cero, y desconocer el trabajo importante que ya hicieron otros músicos anteriores a ellos en años pasados. Se pierde esa oportunidad de influirse y crecer a partir del trabajo hecho en otros momentos, y al mismo tiempo se contribuye a esta situación de soberbia, donde cada generación cree aportar más que las otras, cuando simplemente están atrapadas dentro de un alcance temporal y espacial muy pequeño: su música termina por ser omitida por los que vienen delante de ellos, y la orfandad de la escena musical se perpetúa.
Mientras
no se pueda consolidar una industria musical en la ciudad que permita
que la cadena de valor de la música, especialmente en lo alternativo
y lo experimental, se complete, vamos a estarnos encontrarnos con
esta situación de auge y decadencia pro generación de ciertos
géneros y estilos musicales, y de la importancia de Guadalajara como
generadora de talentos que tengan un alcance nacional e
internacional.
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También es necesario un esfuerzo académico por dar cuenta de las formas que se generan de música local, y como se retroalimentan y como factores internos o externos a la misma han generado esta serie de interrupciones, además de ser un medio contra el olvido y poder establecer este legado que le demuestre a las generaciones venideras de artistas tapatíos que no han descubierto el hilo negro, y que hay quizás bandas bastante interesantes y propositivas de las que no habían oído hablar antes.
Francisco Chavez Lizardi
@Nh_Admirari
PlasmArte Ideas, octubre, 2016
Francisco Chavez Lizardi
@Nh_Admirari
PlasmArte Ideas, octubre, 2016
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