Sección coordinada por J. Ignacio Mancilla [1]*
¿Se puede adoptar una postura crítica ante la Cuarta Transformación propuesta por Andrés Manuel López Obrador?
Lo anterior sin caer en posturas conservadoras ni tampoco aceptar ciegamente el discurso radical del EZLN. Retomando una publicación del periódico La Jornada, autoría de Fortino Domínguez Rueda, J. Ignacio Mancilla hace algunas mediaciones entre la postura del artículo y lo que implica repensar a las comunidades originarias desde una perspectiva "no blanca" y, por otra parte, sin caer en la descalificación rotunda que ha hecho el Ejército Zapatista de Liberación Nacional hacia el gobierno de Andrés Manuel. ¿Existe un equilibrio? Y, ¿qué sucede con nosotros/as, mestizos, pertenecientes a la cultura mexicana?
Compartimos el siguiente planteamiento debido a la coyuntura social y política que representa el cambio de régimen en la democracia mexicana, que apenas comienza a vislumbrarse como una verdadera democracia.
Inés M. Michel.
En
primer lugar quiero felicitar a Fortino por su análisis (publicado el pasado 6
de enero por La Jornada) que hace de la compleja situación indígena del país,
con el que nos invita, en serio, a pensar críticamente la tan mentada cuarta
transformación, que hasta ahora, más allá o más acá de los hechos, mucho tiene
de slogan publicitario e ideológico; pues hasta el momento no queda claro cuál
es el contenido conceptual de dicha propuesta por parte del gobierno de Andrés
Manuel López Obrador (AMLO).
Y para
adentrarme en este comentario, le pregunto a Fortino e interpelo a todas y
todos los posibles lectores: ¿Y qué con los 30 millones de votantes que
apostaron por el actual gobierno? ¿Qué con la república mestiza, de la que
muchas y muchos formamos parte? ¿Qué con el claro rechazo a la violencia como
instrumento de transformación del país que significaron las pasadas elecciones?
¿Qué con los agresivos y groseros calificativos que usa el Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN) en contra de Andrés Manuel?
Sé que
el espacio es una gran limitante para este tipo de reflexión, sobre todo cuando
se publica en un medio periodístico, pero sobre esto Fortino no dice nada. Cosa
que no le quita valor a su indagación, pero sí lo hace pecar de (cierta) parcialidad;
poniéndose de un lado, que es el suyo, se entiende: el de la causa indígena.
Pero, ¿y
las y los millones de mestizas y mestizos que también formamos parte de México?
Intentaré,
con las limitantes del espacio que asumo de entrada, dar mi punto de vista al
respecto; para lo que haré un poco de historia sobre mis relaciones con la
causa zapatista.
Fui coordinador
por más de un año de un Campamento de paz (el de La Garrucha, allá por
1995-1996), ello con todo el apoyo de Carlota Botey y Estapé (1943-2011). Fue
una experiencia sumamente aleccionadora, en muchos sentidos. Desde entonces pude
percatarme de las diferencias entre el EZLN y el PRD, pues no pocas de las
presidencias municipales de Chiapas del partido del sol azteca se portaban, en
ese entonces, peor que los priístas.
Este
desencuentro lo documenta bastante bien José Gil Olmos, en su reciente reportaje
sobre las relaciones entre Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y el sub antes
Marcos y ahora Galeano, publicado por Proceso (Número 2201).
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Subcomandante Galeano (Foto: Getty Images). |
Bien, por
el momento que con esto baste, para decir que no podemos seguir, como país, en
la lógica de la confrontación o de la exclusión. Que no se trata de apostar o
por el México imaginario o por el México profundo, pues no se excluyen, sino
que se trata del México real, en el que confluyen tanto el imaginario como el
profundo; que ahí está en juego una dialéctica muy peculiar de nuestra historia.
Y en
ese México real vivimos y convivimos “indios”, “mestizos”, “blancos” y “negros”;
todas y todos diferentes y que tenemos que moldear, es una tarea común, una
república mexicana donde el racismo y la discriminación no tengan ya cabida.
Tampoco la desigualdad económica y social.
Este
cometido no será nada fácil, no cabe duda, pero ése es el reto; que en la
diversidad construyamos una casa común, a partir de las diferencias culturales y
de concepciones políticas, o el riesgo es la balcanización de México, cosa que
a nadie nos conviene y con la que todo México perdería, como nación.
Desde
esta perspectiva, la cuarta transformación, que
no puede ser asumida como mero slogan publicitario o un simple decreto
gubernamental es, quizá, el más grande desafío que tendremos las y los
mexicanos de este tiempo.
Pero
tenemos que dejar atrás muchos de nuestros atavismos, para empezar a discutir,
política e ideológicamente, qué proyectos son los más convenientes en esta hora
del mundo. Es desde esta lógica que tenemos que vislumbrar el tren Maya y
también la Guardia nacional; desde la óptica de ese México real, necesariamente
múltiple, por lo que no podemos dogmatizar ninguna de sus partes y ninguno de
los proyectos políticos. Ni siquiera, claro está, el del gobierno de AMLO, por
más que haya sido respaldado por los votantes.
Lo que
tenemos que hacer es conjuntar, a partir de las diferencias, insisto, las
visiones distintas que están detrás de lo que, por ejemplo, el EZLN se plantea
y lo que el gobierno de AMLO proyecta, sin que los diferendos devenga en
confrontaciones armadas o militares. Confrontaciones en las que es lo
imaginario, en el sentido lacaniano (el de la agresividad; que consiste en la
falsa lógica de ellos o nosotros), las que siempre llevan la batuta.
¿Es difícil el cometido? ¡Vaya que sí!
Sobre
todo por el contexto no solamente nacional sino el internacional, también, en
el que se dan estos enfrentamientos; contextos en los que el que fascismo está
de regreso. En México y en el mundo.
Pero, ¿acaso el fascismo se fue alguna vez?
Donald
Trump por el norte y Jair Bolsonaro por el sur, son claras advertencias de la
geopolítica en la que las y los mexicanos tenemos que aprender a dirimir nuestros
diferendos, sin que nuestro proyecto de un México fuerte y múltiple, a la vez,
se debilite y se convierta en el de un solo México (imaginario o profundo,
ahora uso imaginario en el sentido de Bonfil Batalla); pues el riesgo es que lo
perdamos, ello si nos entercamos en que gane solamente uno de esos Méxicos, el
que sea.
Nuestra
apuesta tienes que ser, pues, por el México real. El México pluricultural y
multiétnico.
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Tomada de: La Prensa. |
El de
las y los indígenas, pero también el de las y los mestizos; pero no sin el de
las y los negros y el de las y los blancos. En fin, el México de todas y todos
los mexicanos.
Ningún
México tiene que estar por encima del otro, por legítimas que hayan sido o sean
sus luchas. Desde esta perspectiva, todos los Méxicos tienen tras de sí una
profunda historia, que tenemos que rescatar e impulsar hacia adelante, hacia el
futuro.
Es un
asunto de memoria, mejor dicho de memorias históricas.
De
lograrlo, la cuarta transformación será algo más que un mero slogan
publicitario y algo más que solamente un decreto oficial y gubernamental, pues
se instalará, en nuestra historia real, como un acontecimiento con el que
México devendrá otro.
¿Seremos
capaces, todas y todos, de enfrentar ese nuestro verdadero reto?
O,
¿seguiremos perpetuando la política del “enemigo identificado”, paradigma de la
democracia moderna (Carl Schmitt) sin poder pasar a una democracia otra, la de
los hermanos (mexicanos) como sostiene bellamente Jacques Derrida en ese
extraordinario libro en el que se cuestiona, radicalmente, es preciso decirlo,
el paradigma de la democracia moderna o burguesa: Políticas de la amistad
(Editorial Trotta, 1994)?
Guadalajara
Jalisco, a 8 de enero de 2019 (Fecha original).
J. Ignacio Mancilla.
PlasmArte Ideas, enero, 2019.
FB: PlasmArte Ideas
Twitter: @plasmarteideas
Instagram: @plasmarteideas
Al Filo del Café es coordinada por J. Ignacio Mancilla*.
[Ateo, lector apasionado,
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]
[1] Profesor de asignatura del Departamento de Filosofía del Centro
Universitario de Ciencias Sociales y de Humanidades (CUCSH) de la Universidad
de Guadalajara.