martes, 29 de mayo de 2018

COCTEL DE LETRAS | Colaboración especial - Hacia las formas de amor no convencionales


Sección coordinada por Inés M. Michel*







Colaboración de Blanca Olivia Villarroel Higareda 






¿Cuándo fue la primera vez que te dijeron cómo debías amar? ¿La recuerdas? 
Ese momento en que dejaron caer sobre ti la sentencia heteronormativa
 que marcaría tu camino para evitarte un “peligroso desvío”.




Por muchas razones, involucradas con cuestiones predominantemente de poder, nos han creado la historia de la “bella monogamia” como un estándar de comportamiento, refugiados bajo las creencias de su aparente proteccionismo, la monogamia como una base para mantener funcionando la sociedad, para la “buena” familia, para el “amor verdadero”, pero lo sorprendente no es que se nos hayan creado miles de razones para ajustarnos a este estricto patrón de comportamiento, lo sorprendente es que las hayamos creído y convertido en absolutas sin siquiera cuestionarlas, el peligroso camino del “dar por hecho” que ha condenado tantas veces un sinnúmero de aspectos de la vida sexual.

Si la monogamia es tan idónea, ¿cómo es que no siempre se siente así?, ¿cómo es que a veces no nos une sino que nos ata y nos asfixia con su “deber ser”? 

Recuerdo un día que una de mis profesoras, Karla Barrios, abrió en clase el planteamiento con respecto a reflexionar en cómo la monogamia al ser establecida como una norma de comportamiento sexual nos limitaba la conformación de redes. ¿Parecería radical pensar que el control del cuerpo en el establecimiento de vinculaciones afectivas trascienda más allá de la pareja y que se instaure como todo un medio de control social?, quizá lo parezca ahora, después de que nos hemos creído el cuento de que la monogamia es lo natural, sin embargo, nos topamos todo el tiempo con una serie de evidencias antropológicas e históricas que nos demuestran lo contrario, pero el sexo y el poder nunca están desvinculados, tal como decía Foucault: “Se trata, más bien de un nuevo régimen de los discursos. No es que se hable menos: al contrario, se habla de otro modo; son otras personas quienes lo dicen, a partir de otros puntos de vista, y para obtener otros efectos… No cabe hacer una división binaria entre lo que se dice y se calla; habría que intentar determinar las diferentes maneras de callar, cómo se distribuyen los que pueden y los que no pueden hablar, qué tipo de discurso está autorizado o qué forma de discreción es requerida para los unos y los otros”, es entonces cuando entramos en conflicto, pues generalmente no nos construimos con una verdadera autonomía amorosa, sino que somos “educados” para seguir un camino dictado ante el cual tratamos de ajustar todas nuestras conductas o aún más preocupante, tratamos de ajustar ansiosamente incluso el surgimiento de cada uno de nuestros pensamientos, nos asustamos cuando nuestra imaginación o nuestro deseo nos toman por sorpresa y no los asumimos sino que los condenamos como traidores a nuestras “buenas costumbres”. (Foucault, 1976). 

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Tomada de: lamenteesmaravillosa.com


Reflexionar acerca de la monogamia pareciese sencillo, pero generalmente, al menos en la sociedad mexicana, aún no lo es, pues implica poner bajo grandes signos de interrogación una serie de expectativas, incluso de nuestros seres más cercanos, pero lo curioso es que, en algo tan íntimo como lo sexual, pasemos la mayor parte de nuestra vida esperando complacer más expectativas ajenas que propias y entonces terminamos por vivir un poco la vida de todos excepto la nuestra.

Nuestro panorama se ha reducido tanto con la heteronormatividad que a veces, incluso, perdemos de vista que la diversidad sexual va más allá de las orientaciones sexuales o erótico afectivas sino que implica todas las diferentes formas de vivir nuestra sexualidad y esto evidentemente incluirá las formas de vinculación afectiva, es entonces cuando en el campo sexológico nos hemos dado cuenta que las mal llamadas minorías sexuales resultan no ser una minoría y que lo normal entendido como la “norma estadística”, es decir, el patrón de comportamiento que más se repite, resultan no ser la monogamia ni la familia tradicional, no es entonces sorprendente que hoy esté surgiendo la necesidad de crear toda una revolución de palabras dentro del diccionario sexual para darle nuevos nombres a viejas conductas sexuales, conductas que han existido desde hace bastante tiempo pero que necesitaban ser nombradas para darles voz, además de esto está el surgimiento de nuevos movimientos que nos hacen generar otro concepto del amor, diferente al que creíamos inamovible.



Tomada de: facebook.com/PoliamorMexico


Sin embargo, a pesar de la valentía de estas formas de amor no monógamas su implementación en lo social ha sido un arduo camino lleno de obstáculos, el problema es que no vivimos en una sociedad donde creamos que la monogamia es una forma de vida más, ni siquiera podríamos decir que nos educan pensando que es la mejor forma de vida sino que nos educan pensando que es la única; y la ceguera hacia la diversidad sexual se convierte en algo tan grande que en el momento en el que “no encajamos” frecuentemente el dedo que señala al culpable nos hace señalarnos a  nosotros mismos como una falla en el sistema antes que cuestionar haber sido educados en un sistema fallido que nos instauro como única forma de vinculación la monogamia, que por cierto no ha demostrado ser 100% efectiva, y juzgamos la conducta de cualquier otro del mismo modo. La monogamia no es entonces elegida sino impuesta, ya lo dice Norma Mogrovejo: “La monogamia en tanto imposición, ha sido concebida a priori que el amor, en consecuencia pre-define el amor, dándole un carácter de verdadero. Una verdad que reclama universalidad. Si la monogamia da certeza, igual que el matrimonio, la familia, la propiedad, la filiación, la jerarquía y otras instituciones que nos reconocen como unidades económico-crediticias para el neoliberalismo, la incertidumbre es planteada como un reto”. (Norma Mogrovejo, 2016).

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Tomada de: facebook.com/benheineart

¿Realmente nos movemos en torno al amor? O, ¿movemos al amor para ajustarse a todos los prejuicios morales que nos dictan desde que tenemos memoria? Nuestra voz termina por perderse para siempre en el eco de las voces de miles y miles de personas que tampoco escogieron la monogamia, sino que se sometieron a ella cual si fuese un conquistador. Definitivamente entonces el contra-amor, la anarquía amorosa, el poliamor, las relaciones mono - no mono ( refiriéndonos a las formas de pareja en las que una de las personas es monógama mientras que la otra no) o el matrimonio abierto, la relación cerrada ocasional, han tenido un camino difícil de recorrer pues no son fácilmente validadas y mucho menos cuentan con alguna forma de respaldo en el marco legal. Cuando vemos, entonces, en el ámbito sexológico de una manera íntimamente cercana las vivencias personales de estas formas de amar nos encontramos con que la problemática inicial se encuentra en la discriminación que sufren o las dificultades para mantener en secreto una forma de relacionarse que pueda generar confrontaciones con la monogamia, pues es desde la monogamia desde donde se ha limitado muchas veces nuestro erotismo, tal como lo refiere Juan Carlos: “Bordear en las riberas de Eros nos evidencia siglos, milenios de historia (e histeria), durante la cual se han llevado los discursos del poder hasta lo íntimo de la alcoba; se aclaran sus detalles, sus fallas, sus márgenes, sus claro-oscuros y, en suma, se aclaran los mecanismos de dominación de una moral cuyo objetivo es el control de los placeres: el uso de los permitidos y la evitación de los prohibidos; la sexualidad sólo para la reproducción o sólo por placer”. (Meijueiro, 1994). Vivimos olvidando que la sexualidad está sujeta a un lugar y a un tiempo, que evoluciona, y que probablemente lo que hoy creemos absoluto, mañana no lo sea. Hemos creado toda una cultura que gira alrededor de la monogamia y el matrimonio, al grado que incluso modelos como la unión libre a veces lo único que tienen de libre es el nombre pues acaban ajustando todas sus conductas a la pareja tradicional solo que sin un papel que lo avale.

Nos hemos creado un sinnúmero de historias para justificar la monogamia cuyo origen fue cualquier cosa, menos amor, inclusive tal como lo dicen Nena y George en su libro Matrimonio abierto hablando con respecto a la fidelidad: “Por eso, para convencer a las mujeres de que orientaran todas sus tensiones sexuales única y exclusivamente hacia el marido, se inventó todo un sugestivo razonamiento: el sexo sería el artificio mediante el cual las esposas podrían tener bien agarrados a los maridos: sería en última instancia, el cebo en la trampa de la fidelidad… lo de menos era la propia satisfacción sexual de la mujer: se las instruía únicamente para satisfacer al máximo las necesidades del esposo”. (O'Neil & O'Neil, 1972). No usamos la fidelidad como el compromiso a acuerdos establecidos entre quienes deciden vincularse sino que la usamos como una manera de poseer al otro, creemos que la monogamia es garantía de fidelidad y la fidelidad garantía de amor, una de las diferencias radicales entre la monogamia tradicional y el poliamor, por ejemplo, no es la falta de compromiso en el segundo sino la manera en que se establece ese compromiso: “Estoy contigo porque quiero estar, no porque tenga que estar”, quizá una de las más grandes ventajas de las formas de amor no convencionales es que al no tener un guion preestablecido la experiencia y la adquisición de conocimientos nuevos se vuelven algo valioso y entonces la vinculación no se establece en una cuestión predecible y ya creada sino que se construye, se moldea, se habla.

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Tomada de: facebook.com/PoliamorMexico

Las formas de amor no convencionales asustan por el desconocimiento que gira muchas veces en torno a ellas, sin embargo, irónicamente otras tantas veces permanecemos tan asustados de las diferentes formar de amar que no vemos todas las formas de odiar que son socialmente permitidas, quizá sea momento para modificar el enfoque desde donde creamos nuestros afectos, mirando desde las posibilidades y no desde las limitaciones; finalmente, como dice Taormino: “Las reglas de la monogamia tradicional son claras: has prometido a una persona tu exclusividad emocional y sexual para siempre. Pero son las reglas no escritas con las que vas a tropezar”. (Taromino, 2015). 

La monogamia no es garantía de nada, pero el cuestionarla al menos nos ofrece la garantía de que podemos decidir un poco más nuestra vida sexual en lugar de que la decidan por nosotros, la monogamia puede ser una forma de vida más entre muchas otras, siempre y cuando sea elegida y no impuesta.    







Blanca Olivia Villarroel Higareda. 
Médica Sexóloga. 
PlasmArte Ideas, mayo, 2018.

Twitter: @plasmarteideas
Instagram: @plasmarteideas










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Bibliografía

Foucault, M. (1976). Historia de la sexualidad (Vol. 1). París : Siglo Veintiuno.

Meijueiro, J. C. (1994). La regulación social del erotismo. En C. J. Pérez Fernández, & E. Rubio Aurioles, Antología de la sexualidad humana (Vol. I, pág. 799). Ciudad de México, México: Porrúa.

Norma Mogrovejo. (2016). Contra-amor, pliamor, relaciones abiertas y sexo casual Reflexiones de lesbianas de Abya Yala. Bogotá, Colombia.

O'Neil, N., & O'Neil, G. (1972). Matrimonio Abierto. Nueva York: M.Evans and Company .
Taromino, T. (2015). Opening Up. España: UHF.

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