Sección coordinada por Inés M. Michel*
Colaboración de Hilda Monraz
Esbozos sobre las movilizaciones feministas actuales y
lo que iluminan sobre otras semejantes/divergentes
El pasado viernes 28 de septiembre marchamos en
distintos lugares de México y de América Latina por la despenalización del
aborto. En Guadalajara hubo una muy buena organización por parte de varias
colectivas feministas que convocaron a una marcha que partió del parque Morelos
rumbo al andador Escorza. En el trayecto tuvimos varios incidentes que no
pasaron a mayores, gracias a la excelente coordinación y apoyo entre las chavas
que asistimos. Uno fue de lo más común en estas marchas: el típico machín que
desde lejos grita contra nosotras, adjetivándonos de todos los conceptos
malignos posibles y diciendo todo el tiempo con su cabeza y sus manos que no. Aludía
a argumentos pseudoreligiosos como “sólo Dios da vida, sólo Él la quita” entre
otros, que ignoramos con bastante gusto. Porque una de las reglas en este tipo
de movilizaciones es que no caigamos en provocaciones ni respondamos ofensas.
Estamos en nuestro derecho de caminar, tomar las calles, porque se pide un
permiso especial antes, pero tratamos de predicar con el ejemplo sobre el
respeto, la diversidad y la tolerancia a otras ideas.
Otra de las reglas fundamentales en las
marchas feministas es la paralización como respuesta a la violencia.
Específicamente se da la orden de parar y sentarse en el suelo cuando alguien
agrede a alguna compañera o a varias en la marcha. Esto no es algo exclusivo de
las marchas feministas, personalmente lo he visto en otros movimientos como Yo Soy 132, aunque con las feministas es
mucho más común que ocurran agresiones desde afuera. En esta pasada marcha del
28S lo pusimos en práctica. Íbamos por la avenida Juárez a la altura donde
se encuentra el edificio de teléfonos que movió el famoso ingeniero Jorge Matute
Remus cuando dos policías, un varón y una mujer, se metieron a la marcha y
trataron de aprehender a dos de las compañeras. Yo estaba a un lado de una de
ellas. Me aventaron y todas nos asustamos un poco. Pero un compañero que iba
del otro lado mío interpeló al policía varón y le preguntó que por qué la
arrestaban. Mientras maniobraba aquel hombre frente al oficial, varias
compañeras le sacaron algunas cosas de la mochila a quien querían llevarse y
otras la rodearon para que no lograran su cometido. La policía mujer ya casi se
llevaba a otra marchante, pero otro grupo de mujeres no se lo permitieron.
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Marcha feminista #28S, Guadalajara, Jal., México (Foto: @Turcoviejo). |
Mientras todo eso pasaba, las que estaban
más alejadas empezaron a gritar que nos sentáramos y así lo hicimos todas.
Entonces quedaron en evidencia las policías y se retiraron, el hombre nos dijo
que ya tenían reportes y que nos iban a vigilar. ¿No es lo que se supone que
deberían hacer con los criminales? ¿Por qué “vigilar” a las asistentes a una
marcha pacífica que estaba planeada y que tenía objetivos particulares? ¿En qué
categoría entramos, para que nos estén vigilando e incluso tratando de
aprehender con la primera excusa? Pues nos enteramos, apenas unos minutos
después, que hubo personas fuera de la marcha que apuntaron a estas compañeras
afectadas como “vándalas” porque supuestamente traían latas de pintura y habían
grafiteado consigas feministas en muros que pasamos. Yo iba junto a ellas y no
vi nada de eso. Pero en caso de haber sido así, se supone que el arresto se
tendría que hacer in fraganti y con
pruebas. Los señalamientos vinieron de afuera de la marcha y sin fundamentos. De
no haber tenido la oportuna reacción de las compañeras protegiendo a otras, tal
vez se las hubieran llevado quién sabe con qué cargos, a dónde y qué les
hubieran hecho. Es muy conocido que en casi todas las marchas de distintos
movimientos sociales se hacen pintas y a veces hasta destrucciones de símbolos,
cambios en letreros, quema de objetos, y otras cosas que raramente castigan o
persiguen. A menos que sea feminista.
Varias mujeres integrantes de colectivas
feministas se están poniendo de acuerdo para diferentes acciones en torno al 25N.
Ése día conmemoramos la lucha contra las violencias ejercidas contra las
mujeres. Se tiene preparada una jornada política cultural contra las violencias
machistas el domingo 25 de noviembre,
desde las 11 de la mañana hasta las 2 de la tarde, para cerrar con una marcha a
las 2:30 p.m. que salga del parque rojo. En esta jornada se incluirán
actividades informativas, de teatro, de poesía y se hará un memorial contra los
feminicidios. Son acciones que cada año aumentan, se organizan mejor y hay más
participación de muchas mujeres. Aún se están discutiendo los pormenores de
estas movilizaciones y de la marcha, por lo que en próximos días saldrán las
convocatorias para participar. Es evidente que, con el paso de los años, estas
acciones colectivas se han intensificado y han captado la atención de más
personas: tanto a favor como en contra.
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Imagen tomada de: Am San Luis. |
Un aspecto en común entre estas dos
movilizaciones, y otras más feministas de los últimos tiempos, es que son
realmente incómodas para personas ajenas al feminismo. Los dos temas son
urgentes en este contexto de violencia extrema contra las mujeres, deberían ser
objetivos en las agendas de las políticas y materia de análisis de las
académicas, pero no es así. En cada marcha feminista, aunque no sean tan
numerosas como las de otros movimientos, tenemos agresiones visibles y
alarmantes que dejan ver discursos de odio. Desde mi experiencia, no ha sido lo mismo
marchar contra el despotismo de un partido político que ha mermado los derechos
de la población y se ha burlado de la misma, como cuando marcho por mis propios
derechos como mujer y por mi vida. ¿Por qué existen esas diferencias? ¿Qué les
es tan incómodo como para tratar de frenarnos en todo momento, incluso cuando
nos están matando? La historia del feminismo corre a la par que la historia del
antifeminismo y se nutren una a la otra. Cuando hay un avance feminista, que
casi siempre es producto de una lucha de larga duración, con muchos episodios
violentos y repletos de obstáculos, hay una reacción antifeminista que es dos o
tres veces más fuerte y no pocas veces hace retroceder algunos peldaños
alcanzados. Se tendría que matizar esto con el análisis particular de algunos
logros feministas, pero en la generalidad se observa un modelo:
avance-reacción, que no es único para las feministas, pero que sí es cada vez
más visible y peculiarmente violento contra las mujeres.
En este 2018 hemos visto incrementos
espeluznantes de la violencia contra las mujeres, aumentos en los feminicidios
a nivel nacional, tiemblan algunos escenarios aparentemente ganados por las
feministas, y aunque hay supuesta paridad de género en el legislativo que
arranca el gobierno entrante, lo cierto es que aún hay muchas batallas por
lidiar. ¿Las marchas o movilizaciones públicas tienen consecuencias en la vida
política, económica y social de nuestro contexto? ¿Sirven de algo? ¿Hay cambios
gracias a ellas? Habría que revisar algunos movimientos sociales con la
perspectiva de larga duración, pero tal vez sirva para esta reflexión un evento
acaecido hace apenas unos días. Marcharon a favor de la construcción del Nuevo
Aeropuerto de la Ciudad de México en Texcoco quienes decían que las marchas no
servían para nada y que quienes acudían a ellas deberían “ponerse a trabajar”.
En la ciudad de México fue la concentración más concurrida, como suele ser,
pero también tuvo su paralela en Guadalajara, con la aparente cantidad de 40 a
50 concurrentes. Sin entrar en detalles sobre las consignas de odio, racismo y
xenofobia que llevaron, cabe en esta cavilación preguntarse: si tanto han
criticado las marchas, las acciones colectivas, la desobediencia civil, ¿por
qué recurrir a ellas para hacerse notar? ¿Cuál es el objetivo de marchar? Y eso
aplica para todos los movimientos, ¿cómo y desde dónde se debe incidir para
visibilizar los problemas que nos aquejan? ¿Qué sentido tiene la movilización
de las masas? ¿Quiénes las han utilizado y para qué? Aunque son muchas las
respuestas y se esbozan desde diferentes direcciones, lo que ahora puedo
discernir es que este siglo XXI nos ha llevado por los caminos de la constante
crítica, revisión e incluso institucionalización de las movilizaciones
sociales, dependiendo del momento, del lugar y de las protagonistas de las que
estemos hablando.
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