[Sección coordinada por Inés M. Michel*]
[Colaboración de Casandra E.G. Alvarado]
Ha terminado la FIL y
para mi eso significa el inicio del fin, la temporada en que todos compramos
sin freno, comemos sin freno, bebemos sin freno, y aunque suene a cliché,
caemos vilmente en las garras del consumo en todo nivel. Llegó diciembre.
Hoy aprovecho
este espacio para exponer un poco de lo que he trabajado como parte de un
proyecto personal. En la moda, nuestro apetito voraz deviene de la lógica del
contexto en el que nos encontramos y de la inercia por la que nos movemos.
Las prendas y los complementos
expresan cómo nos sentimos, cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo desearíamos
ser vistos por los demás” (…) el fotógrafo de moda, Vicent Peter, afirmaba: (…)
La moda está en todas partes, y lo que decidimos ponernos o no, se ha
convertido en una declaración política. No compramos ropa, compramos una
identidad. Mark Tungate, en Marcas de
moda: Marcar estilo desde Armani a
Zara menciona:
Cuando se compra ropa,
también se compra una identidad, pero ésta solo puede ser deseada a partir de
los medios masivos. En relación a ello, la industria de la moda como la
conocemos hoy, comienza a finales del siglo XIX y toma auge en el siglo XX,
convenientemente acompañada del boom
de las tecnologías análogas y de la transición entre la modernidad y la
posmodernidad, donde tubo un cambio tácito, de la sociedad de productores a la
sociedad de consumidores.
Para desentrañar esto, recurro a
Bauman, que en su capítulo De la ética
del trabajo a la estética de consumo (2000) con base en el trabajo de Max
Weber caracteriza a la sociedad de productores; esta sociedad se concentra en
la modernidad, donde el trabajo y la profesionalización tienen un significado
ético, conforman la identidad del individuo y provocan una satisfacción
relacionada a los atributos morales y la realización personal.´
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En
esta parte, vinculo los inicios de los primeros diseñadores y los medios que
difundían la moda entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX, donde si
bien, el consumo de prendas se relacionaba a seguir tendencias promovidas por
los medios, su producción no era en masa. Había acceso a la compra de diseño de
lujo y de costo moderado, se consumía el trabajo de sastres y modistas que
realizaban atuendos por encargo, personalizados con base en lo que el público
miraba en el cine y las revistas, sin embargo prevalecía, su identidad y la
ética como profesionales de esa área.
Tras una coyuntura histórica, se dio
paso a la posmodernidad y a la sociedad de consumidores que comenzó a mediados
del siglo XX y es prevalente hasta la fecha. En este marco, las industrias se
modificaron, los productores dejaron de lado su identidad relacionada al
trabajo, para pasar a formar identidades momentáneas, generadas por el consumo.
En la industria de la moda, la ética se eliminó para
ceder el paso a la estética. Aparecieron almacenes de marcas de lujo, y lujo
medio, se crearon cadenas de moda rápida y “templos de culto” llamados centros
comerciales.
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La
consecuencia de ello ha sido la especialización en la producción a su máximo
nivel, que ha dejado, por ejemplo, la profesión de modistas y sastres a meros maquiladores
de productos seriados, a encargados de tienda y departamentos con horarios
insostenibles, donde su
“especialización” es la venta y no el conocimiento en moda, en palabras de
Bauman, han pasado a ser individuos con trabajos
de segunda categoría. Esto implica
salarios mínimos y una baja calidad de vida, en relación a aquellos que tienen trabajos de primera categoría –los
dueños de las empresas- que no solo
viven una experiencia estética como profesión, si no que además promueven el
deseo de éstas por medio de la publicidad.
Ahora bien, en el
transito de la modernidad a la posmodernidad, con la aparición de las primeras
revistas especializadas en moda, la creación de campañas para radio,
televisión, cine y los espectaculares en las calles, la publicidad ha formado
un puente entre el uno-a-muchos. Sus mensajes nos dejan observar el mundo y las
identidades que podemos adquirir o perder, al estar de un lado o del otro del
puente. Edyta Kwiatkowska y Michal Faryś, explican en su
articulo sobre la actividad publicitaria de los grandes almacenes mexicanos, el
propósito de estos mensajes.
La publicidad
tiende a simplificar sus mensajes y propone imágenes asimiladas por sus
receptores. Su propósito no es mostrar la complejidad de las cosas sino la
mencionada imagen consensuada. Por razones de efectividad es pues el tópico el
mejor mecanismo para cumplir con los fines del discurso publicitario: trasmitir
el sentimiento de seguridad del mensaje, sin recurrir o centrarse en la razón y
la lógica del comunicado. Las narraciones de anuncios publicitarios y sus
protagonistas aparecen siempre en una forma simplificada pero cargada de
significado. (Kwiatkowska y Faryś: 2007, p. 102)
La industria de la moda, a través de los medios análogos
ha sintetizado los códigos lingüísticos y visuales que hemos asimilado por más
de un siglo, por los cuales nos dejamos seducir y creamos objetos de deseo para
nuestro consumo. Zygmunt
Bauman lo explica de modo más certero y poético de la siguiente manera: No
puede sorprender, por eso, que nuestra sociedad de consumo sea también el
paraíso del consejo especializado y la publicidad, tanto como tierra fértil
para profetas, brujos y mercaderes de pociones mágicas o destiladores de
piedras filosofales. ( 2000, p. 56).
Así adquirimos una serie de tópicos para pensar y
formular la realidad, pues como dice Jensen, al citar a Douglas, (…) los medios
contemporáneos constituyen instituciones –con-las-que-se-piensa [Douglas,
1987]: son infraestructuras materiales y modales altamente diferenciadas y
distribuidas que permiten la reflexión y la interacción a través del espacio y
el tiempo. Las culturas y las sociedades programan sus medios y estos a su vez
las programan. (2014, p. 35).
Bajo estas
perspectivas, la industria de la moda nos da un catálogo exquisito, por medio
de las tecnologías análogas, con las cuales nos hemos acostumbrado a pensar y
crear nuestros propios deseos y desilusiones, pues uno de sus más fuertes
impulsos es la publicidad.
Ahora, antes de comprar algo, porque
pensaste que te gustó, piensa, porqué te gustó, ¿realmente lo necesitas?,
¿crees que tu identidad será igual a lo que viste en la publicidad?, ¿de dónde
viene el producto y quién lo realizó? ¿estas pagando un precio justo, y quien
lo realizó cobró de manera justa por su trabajo? Como sea, espero que tengan
una feliz navidad y un excelente año 2017 consciente de la publicidad que nos
rodea.
Casandra E.G. Alvarado
@SacDoravaal
PlasmArte Ideas, diciembre, 2016
COCTEL DE LETRAS es coordinada por Inés M. Michel
[*Egresada del Instituto de Ciencias, generación 100, (100cias100pre).
Las letras me han salvado de los hombres grises en innumerables ocasiones.
Fiel lectora de Ende y de un sinfín de historias fantásticas y de terror.
Casiopea es mi guía y confidente.]
Contacto: inesm.michel@gmail.com