miércoles, 13 de junio de 2018

Entelequia musical | Hablar de música



Colaboración de Natalia Ulloa



Hablar es, quizás, el acto más inherente al ser humano. En su sentido más literal podemos establecer que hablar es el acto de articular una sucesión de palabras/conceptos para dar a entender una idea. 

Es desde nuestra niñez que hablamos a nuestra madre para articular-nos y asumirnos en la idea de lo que somos para ella: Pedro Rodríguez, Juana Estrada, etc. En este periodo de desarrollo nos es funcional utilizar el hablar en tanto articulación de ideas de lo que nos rodea, expresar que lo que se presenta en el camino lo vamos reconociendo como “otro que no soy yo” y, valiéndonos de un lenguaje (impuesto por el entorno que nos rodea), intentamos, poco a poco, hacer nuestro el mundo que percibimos, como una forma de aprehendernos a nosotros mismos a partir de la distancia que ejercemos cuando reconocemos algo como ajeno.

El hablar se nos presenta también como el preludio de la comunicación y el diálogo, cuando con el habla nos vamos conformando con las ideas que tenemos de otros y las que otros nos adjudican a nosotros. Hablar es abrirnos a que lo ajeno nos hable: es dejarnos afectar. Y así, vamos por el camino con inocencia al encuentro de las cosas. Después, tematizamos ese encuentro para articular-nos a nosotros mismos. El mundo se nos presenta, entonces, como posibilidad para clarificar-nos en el andar.



Tomada de: collapseboard.com

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El problema surge cuando hablar deja de tener, de fondo, el ser herramienta para decir-nos con el mundo. Es decir, es ir por el camino hablando de las cosas como una forma de apropiarnos de lo que son, sin tomarnos en consideración, como referencia ante la cosa misma que se nos presenta. 

Al hacer esto caemos en un vacío del habla, hacemos in-sustentable la articulación que le estamos adjudicando a lo ajeno, pues no hay una responsabilidad de reconocimiento propio ante lo que se me presenta como otro. Es tratar de validar lo ajeno como meramente externo, tomar posesión de la cosa sin que ella me afecte para conformarme. Es ambicionarse por el discurso sin asumirlo como propio.

Ante un habla vacío recurrimos a los falos de autoridad que “avalen” de alguna forma esta posesión de conceptos adjudicados (conceptos que intentarán imponerse sobre los ajenos a nosotros, los otros) y eviten el diálogo (diálogo que de suyo exige una apertura y la posibilidad de re-definir los conceptos adjudicados a las cosas en el hablar): Doctores, maestros con diplomados en la universidad de Oceanía, con manejo de 40 lenguas, etc. Cuando nos presentamos ante el otro con esta barrera “academico-intelectual” evitamos el diálogo y se pierde toda inocencia por aprehendernos en el encuentro y el pronunciar.

Hablar de música consta de presentarse a una conferencia y escuchar un curriculum inmenso (un gran falo de autoridad) con estudios en más de 3 lugares, lecturas en el idioma “original” del tema a tratar y un largo monólogo sobre lo que debe ser la Música para todos los demás.

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Pero, ¿qué es la música?, ¿qué somos nosotros en relación a la música?

Hablar de Música exige una disciplina de fondo: el abordar con inocencia el encuentro con la misma. Es decir, el evitar caer en tentaciones de definir qué es y que no es, el tratar de validarla mediante algo externo (pues ello sería quitarle valor de suyo, reducirlo a otro que no es la música misma y,  por ende, perder el sentido de lo que se intentó definir); es pensarla antes de hablarla. Para hablar hay que pensar lo que se quiere decir y no caer en la tentación de reducir la idea. En música aplica dicha premisa, provocando el encuentro que de niños nos exigía decirnos, hablarnos mediante la afección de lo otro, reconociéndolo como distinto para reconocernos en el camino.

Y, ¿para qué hablar de música?

Para clarificarnos a nosotros, tan inciertos, sin agotarla a ella.

La única consideración que dejo clara es:

Si hablamos de música es para entendernos en relación a ella, dejando la posibilidad de que este entendimiento puede fracasar, abriéndonos al diálogo con otras posturas y, sobre todo, comprendiendo que la música (sea lo que sea) tiene un lenguaje -lateral y subversivo- que lo hace inagotable, quizás, y el hecho de intentar tematizarlo con un lenguaje escrito/hablado ya deja espacio para la contingencia desde el pronunciar.

Hablemos de música, sin dejarnos al andar.

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Natalia Ulloa.
nataliaulloa15@gmail.com
PlasmArte Ideas, junio, 2018.

Twitter: @plasmarteideas
Instagram: @plasmarteideas


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